Garcilaso (Un Manchego)

Garcilaso
Garcilaso de la Vega descendía, por parte de padre, de Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana y, por parte de madre, de Fernán Pérez de Guzmán. Debió nacer en Toledo más o menos por el año 1501. Quedó huérfano de padre y se educó esmeradamente en la Corte, donde conoció en 1519 a su gran amigo, el caballero catalán Juan Boscán, el "Nemoroso" de sus versos. Seguramente a este debió el toledano su gran aprecio por la lírica del valenciano Ausiàs March, que dejó alguna huella en su obra.
Garcilaso entró a servir en 1520 a Carlos I de España en calidad de miembro 'contino' o continuo de la guardia regia. Aprendió griego, latín, italiano, francés, música y esgrima. Tuvo unos amores con una dama comunera toledana, de la cual tuvo un hijo que reconoció de forma póstuma. En los años siguientes luchó en la guerra de las Comunidades y fue herido en la acción de Olías del Rey; también participó en el cerco a su ciudad natal (1522), donde la mujer del comunero toledano Juan de Padilla se había hecho fuerte; a finales de ese mismo año se embarcó en compañía de Juan Boscán y Pedro de Toledo, futuro virrey de Nápoles, en una expedición de socorro que quiso (y no pudo) evitar la caída de Rodas en poder de los turcos; de nuevo resultó herido, esta vez de gravedad.
De vuelta a España fue nombrado caballero de la Orden de Santiago y en 1524 se enfrentó a los franceses en el cerco de Fuenterrabía y, a su retorno a Toledo, contrajo matrimonio en 1525 con Elena de Zúñiga, una dama de doña Leonor, hermana del Carlos V; Garcilaso entra a formar parte entonces del séquito de ésta y empieza a escribir sus primeros poemas dentro de la estética de la lírica cancioneril, que pronto desechará. En aquella época ejerce además por un tiempo como regidor en su ciudad natal.
En 1527 acompaña a la Corte en su viaje por varias ciudades españolas y se enamora platónicamente de una dama portuguesa de la reina, Isabel Freyre, la anagramática Elisa de sus versos y a quien estos son debidos, también cantada por su amigo, el poeta y diplomático portugués Francisco Sa de Miranda con el nombre de Celia. En 1528 el poeta dio una colección de sus obras a Boscán para que la revisase y conservase y, una vez en Roma, asiste en 1529 a la investidura como emperador de Carlos I de España. Había dictado, poco antes, su testamento en Barcelona: en él reconocía la paternidad de su hijo ilegítimo y asignaba una pequeña suma de dinero para su educación. Se bate con valentía en la campaña y toma de Florencia contra los franceses (1530). Después se le encarga una breve embajada en Francia, hizo de testigo en la boda de un sobrino suyo (1531), hijo de su hermano Pedro Laso, comunero y, en consecuencia, enemigo de Carlos I. El emperador, disgustado por la participación de Garcilaso en la ceremonia, manda deternerlo, lo que se lleva a efecto en Tolosa, y acuerda confinarlo en una isla del Danubio cerca de Ratisbona, descrita por el poeta en su Canción III. La intervención de Pedro de Toledo, ya virrey de Nápoles, en favor de Garcilaso, resultó crucial; aprovenchando que en ese año los turcos empezaban a amenazar Viena, hace ver al Emperador que se necesita a Garcilaso y es movilizado en ayuda del Duque de Alba. El poeta abandonó en 1532 el Danubio, donde ya prácticamente era huésped de György Csesznegi, castellano de Győr, y se estableció en Nápoles. Se integró muy pronto en la vida intelectual de la ciudad y trabó amistad con poetas como Bernardo Tasso o Luigi Tansillo y teóricos de la literatura como Antonio Sebastiani Minturno, y amista en especial con Mario Galeota, poeta enamorado de una hostil napolitana, Violante Sanseverino, "la flor de Gnido", para quien escribe las liras de su quinta canción; también encuentra allí al escritor erasmista Juan de Valdés. En 1533 visita Barcelona y entrega a Juan Boscán una carta "A la muy manífica señora doña Gerónima Palova de Almogávar" que aparecerá, en 1534 y en calidad de prólogo, en su traducción española de El Cortesano de Baldassare Castiglione. Garcilaso de la Vega participó, en 1535, en la campaña africana de Carlos V y, singularmente, en Túnez, en el asedio de La Goleta y de nuevo cae gravemente herido. Estalla la tercera guerra de Francisco I contra Carlos V y la expedición contra Francia de 1536 a través de Provenza fue, al fin, la última experiencia militar de Garcilaso. El poeta fue nombrado maestre de campo de un tercio de infantería y, en efecto, murió en octubre de 1536 tras el temerario asalto a una fortaleza en Le Muy, cerca de Fréjus, en la que fue el primer hombre en subir la escala. Trasladado herido a Niza, murió en esta ciudad a los pocos días (13 ó 14 de octubre), asistido por su amigo Francisco de Borja, Duque de Gandía y futuro San Francisco de Borja.

Goya (Un Aragones)

Goya
Goya nació en la pequeña localidad aragonesa de Fuendetodos (cerca de Zaragoza) el 30 de marzo de 1746. Su padre era pintor y dorador de retablos y su madre descendía de una familia de la pequeña nobleza de Aragón.
Poco se sabe de su niñez. Asistió a las Escuelas Pías de Zaragoza y comenzó su formación artística a los 14 años, edad a la que entró como aprendiz en el taller de José Luzán, pintor local competente aunque poco conocido, donde Goya pasó casi cuatro años.
En 1763 el joven artista viajó a Madrid con la esperanza de ganar una beca de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, ayuda que no conseguiría ni en esta ocasión ni en 1766, año en que lo intentó de nuevo.
En la capital de España trabó amistad con otro artista aragonés, Francisco Bayeu, pintor de la corte que trabajaba en el estilo académico introducido en España por el pintor alemán Anton Raphael Mengs.
Bayeu (con cuya hermana, Josefa, habría de casarse en 1774) tuvo una enorme influencia en la formación temprana de Goya y a él se debe que participara en un encargo importante, los frescos de la bóveda de la basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza (1772, 1780-1782), y que se instalara más tarde en la corte.
A finales de 1769 Goya parte hacia Italia, donde permaneció aproximadamente hasta junio de 1771. Su actividad durante esa época es relativamente desconocida; se sabe que pasó algunos meses en Roma y visitó Venecia, Bolonia,Génova,Módena y Ferrara, entre otras ciudades.
En mayo de 1771, se presentó a un concurso convocado por la Real Academia de Parma, en el que obtuvo una mención del jurado.
A su vuelta a España, se instaló en Zaragoza, donde realizó los frescos de la bóveda del coreto de la basílica de la Virgen del Pilar y las pinturas murales del oratorio del palacio de Sobradiel (1772).
De 1774 son las pinturas al óleo sobre muro de la iglesia de la cartuja de Aula Dei, cerca de Zaragoza, que ya anticipan el estilo que desarrollará en los magníficos frescos de la ermita de San Antonio de la Florida en Madrid, en 1798. En esta última fecha comenzó a hacer grabados a partir de la obra de Velázquez que, junto con la de Rembrandt, sería su principal fuente de inspiración durante toda su vida.
Hacia enero de 1775 Goya se instaló definitivamente en Madrid en casa de su cuñado, Francisco Bayeu, y comenzó a trabajar para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Los cartones que realizó desde esa fecha hasta 1792 fueron muy apreciados por la visión fresca y amable que ofrecían de la vida cotidiana española. Con ellos revolucionó la industria del tapiz que, hasta ese momento, se había limitado a reproducir fielmente escenas del pintor flamenco del siglo XVII David Teniers. La mayor parte de ellos se conservan en el Museo del Prado, como El quitasol (1777), La gallina ciega (1787) y La boda (1791-1792).
Entre 1780 y 1782, pintó en el Pilar de Zaragoza la bóveda Regina Martyrum, una extraordinaria obra en la que da rienda suelta a su genio pese a la censura de Bayeu y el disgusto de los miembros del cabildo.

La familia de Carlos IV
En 1789 fue nombrado pintor de cámara por Carlos IV y en 1799 ascendió a primer pintor de cámara junto a Mariano Maella. Goya disfrutó de una posición privilegiada en la corte, hecho que determinó que el Museo del Prado de Madrid heredara una parte muy importante de sus obras, entre las que se incluyen los retratos oficiales y los cuadros de tema histórico. Estos últimos se basan en su experiencia personal durante la guerra de la Independencia española (1808-1814) y trascienden la representación patriótica y heroica para crear una salvaje denuncia de la crueldad humana.
Algunos de los retratos más hermosos que realizó de sus amigos, de personajes de la corte y de la nobleza datan de la década de 1780. Entre ellos se encuentran obras como Carlos III, cazador (1786-1788), Los duques de Osuna y sus hijos (1788), ambos en el Museo del Prado de Madrid, o el cuadro la Marquesa de Pontejos (c. 1786, Galería Nacional, Washington); en todos ellos emplea una paleta de colores muy luminosa y un estilo heredero de la pintura Velázquez.
Dos de sus cuadros más famosos, obras maestras del Prado, son La maja desnuda (1800-1803) y La maja vestida (1800-1803). Del año 1800 son también La condesa de Chinchón (Adquirido por el Museo del Prado en el año 2000), uno de los retratos más hermosos y delicados de la historia del arte, y La familia de Carlos IV (Museo del Prado), donde se muestra a la familia real con una sencillez y honestidad muy apartadas de la habitual idealización.
En el invierno de 1792, durante una visita al sur de España, Goya contrajo una grave enfermedad que le dejó totalmente sordo y marcó un punto de inflexión en su expresión artística.
Entre 1797 y 1799 dibujó y grabó al aguafuerte la primera de sus grandes series de grabados, Los caprichos, en los que, con profunda ironía, satiriza los defectos sociales y las supersticiones de la época.
Otras series posteriores, como Los desastres de la guerra (Fatales consecuencias de la sangrienta guerra en España con Bonaparte y otros caprichos enfáticos, 1810) y Los disparates (1820-1823), presentan comentarios aún más cáusticos sobre los males y locuras de la humanidad.
Los horrores de la guerra dejaron una profunda huella en Goya, que contempló personalmente las batallas entre soldados franceses y ciudadanos españoles durante los años de la ocupación napoleónica.

El Tres de Mayo de 1808 en Madrid.
En 1814 realizó El 2 de mayo de 1808 en Madrid: la lucha con los mamelucos y El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío (ambos en el Museo del Prado). Estas pinturas reflejan el horror y el dramatismo de las brutales masacres que tuvieron lugar en Madrid durante la guerra a manos de grupos de soldados franceses y egipcios (mamelucos). Ambas están pintadas, como muchas de las últimas obras de Goya, con gruesas pinceladas de tonalidades oscuras matizadas por refinados toques de amarillo, ocre y carmín.
Al finalizar la guerra de la Independencia, Vicente López fue nombrado primer pintor de cámara de la corte y Goya quedó relegado por el estilo más decorativo y amable del pintor valenciano.
El descenso en el número de encargos marcó su evolución a partir de entonces. De esa época son La última comunión de san José de Calasanz (1819, iglesia de San Antón, Madrid), uno de sus principales cuadros religiosos, y la célebre serie de Pinturas negras (c. 1820, Museo del Prado), llamadas así más por su contenido que por su colorido.
Originalmente estaban pintadas al fresco en los muros de la casa que Goya poseía en las afueras de Madrid y fueron pasadas a lienzo en 1873.
Destacan, entre ellas, Saturno devorando a un hijo (c. 1821-1823) y Aquelarre, el gran cabrón (1821-1823). Con predominio de los tonos negros, castaños y grises, constituyen un amarga denuncia de los aspectos más oscuros del ser humano y demuestran que su temperamento era cada vez más sombrío. Este comportamiento se agravó a raíz de la situación política de España durante la primera etapa del reinado absolutista de Fernando VII y el Trienio Liberal (1820-1823), por lo que en 1824 decidió instalarse en Francia.
En Burdeos trabajó la técnica, entonces casi desconocida, de la litografía, con la que realizó una serie de escenas taurinas (La tauromaquia) consideradas entre las mejores de su género.
Aunque realizó una breve visita a Madrid en 1826, murió dos años más tarde en Burdeos, en la noche del 15 al 16 de abril de 1828. Un año antes había pintado La lechera de Burdeos (1827, Museo del Prado), una obra clave en la historia de la pintura que anticipa el impresionismo. Goya no dejó herederos artísticos inmediatos, pero su influjo fue crucial en los grabados y en la pintura de mediados del siglo XIX y en el arte del siglo XX.