Alonso de Arellano (El primer tornaviaje)

Fue un explorador español del siglo XVI, que navegó en la flota que trazó la primera ruta práctica para la navegación a las Filipinas. De acuerdo con algunas fuentes, Arellano fue el primer español en divisar el archipiélago de las islas Filipinas, tras separarse del resto de la flota en el patache San Lucas, pilotado por Lope Martín, poco después de salir del puerto de Navidad. Después de descubrir varias islas en enero de 1565, volvió sobre sus pasos y se dirigió a Acapulco; fue así el primero en recorrer lo que luego se llamaría la "ruta de Urdaneta o tornaviaje", en honor a Andrés de Urdaneta, otro capitán de la misma flota que la recorrería poco después. La superioridad de las cartas y la documentación de Urdaneta le aseguró el crédito, pese a la prioridad histórica de Arellano. Gracias a la documentación de Urdaneta fué posible establecer la ruta comercial tan importante para el imperio Español pero hay que reconocer que Arellano fué el primero en realizarla aunque sus pobres notas no servían para poder establecer la ruta tan deseada para el imperio. Recomendamos leer el articulo de Urdaneta para conocer mas sobre la importancia del tornaviaje.

Todo comenzó cuando uno de los pataches que llevaba Legazpi bajo su mando, el San Lucas, capitaneado por don Alonso de Arellano, diez días después de la partida desde el puerto de la Navidad, se separó definitivamente del resto de la flota. Hizo Arellano, secundado por su piloto, el mulato Lope Martín, un viaje redondo y de consecuencias notables, por lo que merece referencia especial.

Sin que debamos detenernos ahora en la posible y hasta maliciosa intencionalidad de la separación, juzgada por los coetáneos de manera muy distinta, lo cierto es que la derrota del San Lucas hacia Filipinas fue náuticamente impecable. Tocó en los grupos de las Marshall, Carolinas y Palaos [hoy Belau], avistó varias islas desconocidas y, después de barajar por el sur la isla de Mindanao, subir hasta Samar y abastecerse para el nuevo gran salto oceánico que le esperaba, atravesó de regreso al mar del Sur y llegó a Nueva España antes de que lo hiciera fray Andrés de Urdaneta.

Este es el saldo de la campaña más o menos ortodoxa de Arellano: descubrimientos de las islas de Likiep y de Lib, en el archipiélago de las Marshall; de las islas de Minto, Truk [hoy Chuuk], Pulap, Sorol y Ngulu, en el vasto archipiélago de las Carolinas; el probable hallazgo europeo de la japonesa Sumisu Jima, y la primera travesía conocida del océano Pacífico desde Filipinas a Méjico. En resumen, una durísima navegación, en un patache de sólo 40 toneladas, si bien en el hallazgo del tornaviaje pudo haber tenido buena suerte parte de la información que Arellano y su piloto habían recibido del sabio Urdaneta.

Uno de los móviles esenciales del viaje de Legazpi era descubrir la vuelta, pues la ida se sabe que se hace en breve tiempo. A tal fin, despachó el general guipuzcoano desde la isla de Cebú a la nao San Pedro, de la que nombró capitán a su nieto Felipe de Salcedo, de apenas dieciocho años, pero que habría de aceptar las instrucciones náuticas del anciano agustino Andrés de Urdaneta, natural de la guipuzcoana Villafranca.

Salió la San Pedro de aquella isla filipina el 1 de junio de 1565, para colarse luego entre tierras del archipiélago y buscar, a través del estrecho de San Bernardino, la salida franca al Pacífico. La campaña es dura, pero la decisión de los hombres no se resquebraja; suben hasta los 39 y medio de latitud N. y, después de tres meses largos de mar, y tras una recalada en la Alta California, el 8 de octubre fondean frente al puerto de Acapulco.

Son muchos los historiadores que, pese a su precedencia en el tiempo relegan a un segundo término la navegación de Alonso de Arellano entre Filipinas y Nueva España, para dar la primacía a la consumada por Urdaneta. El hecho obedece a que la relación de la primera travesía citada es absolutamente parca en datos náuticos que pudieran allanar los viajes de vuelta posteriores. No ocurre lo mismo con los diarios de los pilotos de la campaña de Urdaneta, llenos de constantes y minuciosas observaciones. El fraile agustino tenía un plan realista y perfectamente concebido, mientras que Arellano y sus hombres hicieron esa navegación a punta de milagros