Hernan Cortes (Un Extremeño)

Hernán Cortés
De origen humilde, Hernán Cortés nació en 1485 en la ciudad española de Medellín, en la región de la Extremadura castellana. Cuando tenía catorce años, sus padres, dueños de un molino de trigo, un colmenar y una viña, lo enviaron a estudiar a la Universidad de Salamanca. En esa ciudad radicó en casa de un Francisco Núñez de Valera, quien enseñaba latín –y de quien seguramente lo aprendió Cortés–, y estaba casado con una media hermana de su padre. Años después, contrario a la voluntad de sus progenitores, que hubieran querido verlo licenciado, el joven Cortés dejó inconclusos sus estudios y decidió probar suerte en las recién descubiertas Indias, a donde se embarcó en 1504, llegando a la isla de La Española, lugar en el que, según Bernal Díaz del Castillo, vivió “adeudado y pobre”, hasta que por la ayuda que había brindado en la pacificación de algunas partes de la isla, el gobernador Ovando le otorgó algunos indios de encomienda y la escribanía del naciente ayuntamiento de Azua.
Tiempo más tarde, hacia 1511, Cortés participó en la conquista de Cuba, en donde viviría “haciéndose amigo de las armas”, hasta 1519, cuando el gobernador de la isla, Diego Velázquez, decide enviarlo en auxilio de Juan de Grijalva, quien varios meses antes había sido despachado por el mismo Velázquez a las costas de Yucatán con el objetivo de explorar y, de ser posible, poblar las tierras que descubriese.
Así pues, Cortés, ya de 34 años de edad, se hizo a la mar con seis pequeñas embarcaciones, haciendo escala en el puerto de Trinidad, donde se ganó para su partido –que había comenzado a organizar– a Francisco Verdugo (alcalde del puerto), a Diego de Ordaz y a otros comisionados por el mismo Velázquez para aprehenderlo, arrepentido ya de haberle encomendado la empresa de descubrimiento y conquista de aquellas tierras reconocidas por Grijalva. En franca rebeldía, Cortés desobedeció a Diego Velázquez y avanzó hacia el puerto de Carenas, actual ciudad de La Habana, capital de Cuba, donde reclutó más gente, alcanzando a sumar 934 hombres, además de dieciséis caballos, diez cañones y cuatro falconetas, todo lo cual embarcó en once naves al mando del conocido hombre de mar Antón de Alaminos, dando así inicio formal a su empresa de conquista.
La expedición, que zarpó de La Habana el 10 de febrero de 1519, hizo su primera escala en la isla de Cozumel, donde se le incorporó el náufrago Jerónimo de Aguilar; otro náufrago, Gonzalo Guerrero, rehusó volver a lado de los europeos.
El 4 de marzo las fuerzas de Cortés reanudaron la navegación, pasando por Cabo Catoche, en el extremo noreste de la península de Yucatán; continuando al oeste tocaron Campeche, penetrando el día 12 del mismo mes por el río Tabasco, llamado después de Grijalva, hasta Centla o Zintla, donde tuvieron los primeros choques con los indígenas; habiendo salido triunfantes los españoles, fundaron el 25 de marzo la Villa de Santa María de la Victoria; en esa fecha, en señal de sumisión, se presentaron los caciques locales con varios regalos, entre los cuales había veinte mujeres, una de ellas Malintzin o doña Marina, quien pronto sería segunda intérprete y primer amor indígena del capitán Cortés.
Los navíos reanudaron su marcha y bordearon las costas del Golfo de México hasta el puerto de San Juan de Ulúa la tarde del Jueves Santo, 21 de abril de 1519; al poco tiempo hicieron su aparición los primeros enviados del señor Moctezuma. Al día siguiente Cortés hizo desembarcar a sus hombres, mandó plantar los primeros reales y encalló algunos de los navíos que llevaba para imposibilitar el regreso de los soldados que intentaban desertar.
Después de fundar la famosa Villa Rica de la Vera Cruz (en dos ocasiones y en dos lugares distintos) Cortés y sus soldados avanzaron hacia Zempoala, donde fueron bien recibidos; pasaron por Xalapa, el Cofre de Perote y los señoríos tlaxcaltecas, donde después de enfrentar a los habitantes de este reino los hizo sus aliados, para así, finalmente, encaminarse hacia la gran ciudad lacustre, cuya primera imagen obtuvo al alcanzar el punto más alto entre los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl.
Cortés y sus huestes entraron a México-Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519; la historia consecuente es ya bien conocida por todos: la capital del reino de Moctezuma fue conquistada a sangre y fuego, y tras 75 días de sitio cayó el 13 de agosto de 1521, día de San Hipólito para los españoles. Posteriormente, sobre sus ruinas se asentaron los cimientos de una nueva ciudad colonial. Poco tiempo después, Cortés fue nombrado gobernador y capitán general de la Nueva España.
En 1524 Cortés organiza su famosa expedición a Las Hibueras en busca de Cristóbal de Olid; en el trayecto, en algún lugar cercano a la provincia de Acalan, dio muerte al último soberano tenochca, Cuauhtémoc. A su regreso reasume el gobierno que le quitara un juez, quien había llegado para hacerle un juicio de residencia, que para entonces no prospera. En estas circunstancias, Cortés decide viajar a España en 1528 y logra ver al emperador Carlos V, de quien recibe todos los honores pero no el poder total de la naciente Nueva España.
Cortés también fue procesado por la misteriosa muerte de su primera mujer, doña Catalina Xuárez, siendo el principal sospechoso en un juicio que tampoco vería fin.
Para 1536, ya con el título de Marqués del Valle de Oaxaca, aunque con un poder y una autoridad muy disminuidos, el conquistador se aventura en una nueva expedición, esta vez a las Californias, donde descubre el mar que hoy lleva su nombre.
Viejo y ya con 55 años de edad, el otrora hombre “de buena estatura, rehecho y de gran pecho” regresa a España en 1540 para tratar de arreglar su situación; ahí se entera de que no puede regresar más a la Nueva España hasta que se resuelvan sus problemas de residencia. Así que anda de allá para acá siguiendo a las Cortes itinerantes, hasta que ya casi abrumado por su situación económica empeña sus bienes más valiosos y se refugia en casa de un amigo en Castilleja de la Cuesta, en las cercanías de la ciudad de Sevilla, donde muere el 2 de diciembre de 1547, ya muy enfermo y extenuado por la fatal disentería.
Como ya lo dijimos, el conquistador extremeño no volvió a ver las tierras que con valor y coraje ganó para su rey; sin embargo, sus restos sí volvieron a México, en 1566, para ser depositados en una discreta cripta que actualmente permanece empotrada en una pared de la Iglesia de Jesús, a unos pasos de la actual estación Pino Suárez del Metro, en el Centro Histórico de la ciudad que él mismo conquistó...