Diego García de Moguer (Descubridor del archipiélago de chagos)

(Moguer, 1484 - 1554), marino y descubridor español.

Participó en la expedición de Magallanes y Elcano que dio la primera vuelta al mundo entre 1519 y 1522.
El 15 de enero de 1526 zarpó desde La Coruña al mando de una expedición de tres naves, financiada por comerciantes para buscar la ruta de las especias, siguiendo la derrota de Elcano y pasando por el Estrecho de Magallanes. En el camino, en febrero de 1528, se detuvo a explorar la zona del Río de la Plata. Navegando en abril por el Río Paraná, encontró de improviso el fuerte Sancti Spiritu. Sorprendido e indignado, ordenó al capitán Caro (designado por Sebastián Gaboto), que abandonase el lugar, ya que esa era conquista que sólo a él le pertenecía por haber sido designado por España para explorar esas tierras. Pero vencido por los ruegos de Caro y su gente para que fuese en auxilio de Gaboto, García siguió aguas arriba y entre lo que hoy día son las localidades de Goya y Bella Vista se encontró con el piloto veneciano, quien le obligó a cooperar en la búsqueda de la Sierra de la Plata, y juntos exploraron el río Pilcomayo, para seguir después hacia el estrecho.
A todo esto, en Sancti Spiritu, los españoles descuidaron la defensa del fuerte, y en septiembre de 1529, antes del amanecer, los indígenas tomaron por asalto la fortaleza. Sebastián Gaboto y Diego García de Moguer se encontraban en ese tiempo en el asentamiento de San Salvador, preparando hombres y embarcaciones, y no sabían nada de lo que se estaba desarrollando en Sancti Spiritu, hasta que vieron llegar a Gregorio Caro con los supervivientes, y la terrible noticia de la destrucción del fuerte. Inmediatamente Gaboto y García se dirigieron al fuerte intentando rescatar a sus hombres. En los alrededores de Sancti Spiritu hallaron algunos cadáveres completamente mutilados; los bergantines defondados y hundidos, los almacenes saqueados e incendiados. Sólo dos cañones quedaron como testigos de la primera fortaleza que se levantó en tierra argentina.
El 24 de agosto de 1534 viaja de nuevo en la carabela Concepción hacia el río de la Plata, pasa por la isla de Santiago de Cabo Verde, luego al Brasil, donde desciende el estuario de los ríos Uruguay y Paraná y funda la ciudad de Santa María del Buen Aire. Posteriormente regresa a España.

En una posterior exploración "portuguesa" en 1554, descubrió el Archipiélago Chagos, en el índico, y bautizó la mayor de las islas con su nombre, Diego García. Murió en el viaje de regreso en medio del Océano Índico, frente a las costas sudafricanas.

Fernando de Magallanes (Descubridor del estrecho que lleva su nombre y de Filipinas)

(en portugués antiguo: Fernando de Magalhanes), también conocido como Hernando de Magallanes (Sabrosa, Región Norte, Portugal, primavera de 1480 – Mactán, Islas Filipinas, 27 de abril de 1521) fue un militar, marino y navegante portugués de linaje noble, nombrado por la Monarquía Hispánica adelantado, capitán general del “Armada para el descubrimiento de la especería” y caballero de la Orden de Santiago.  Aunque de origen portugués se le puede considerar un marino de la monarquía hispana pues es cierto que su principal viaje lo realizó al servicio de España.

Al servicio de Carlos I, descubrió el canal natural navegable que hoy recibe el nombre de Estrecho de Magallanes, siendo el primer europeo en pasar navegando desde el Océano Atlántico hacia el Océano Pacífico, hasta entonces denominado Mar del Sur. Inició la expedición que, capitaneada a su muerte por Juan Sebastián Elcano, lograría a la sazón la primera circunnavegación de la Tierra en 1522.

Magallanes nació en el norte de Portugal en el año 1480. La vila de Sabrosa, la freguesía de Sé en Oporto, Vila Nova de Gaia y Ponte da Barca se disputan ser su lugar de nacimiento.
Era hijo de Rui de Magalhães y de Inês Vaz Moutinho. Hermano de Duarte de Sousa, Diogo de Sousa, Isabel de Magalhães, Genebra de Magalhães y Aires de Magalhães. El padre de Fernando, Rui de Magalhães, fue caballero hidalgo de la casa de D. Afonso, conde de Faro, señor de Aveiro y alcalde mayor de Estremoz. Rui fue alcalde de Aveiro, donde está documentado en 1486; entre 1472 y 1478 ejerció cargos de juez ordinario, procurador de cámara y concejal en Oporto. Su hermano Aires de Magalhães siguió la carrera eclesiástica, recibiendo el subdiaconado en Braga en 1509. Magallanes tenía cerca de diez años cuando entró a servir como paje en la corte de la reina Leonor, consorte de Juan II de Portugal. Se casó en Sevilla en 1517 con Beatriz Barbosa, pariente suya, hija de Diogo Barbosa y María Caldeira, y tuvo dos hijos: Rodrigo, que falleció muy niño, y Carlos que murió al nacer.

En marzo de 1505, con 25 años, se alistó en la Armada de la India, en la flota de 22 navíos enviados para instalar a Francisco de Almeida como primer Virrey de la India. Aunque su nombre no aparezca en las crónicas, se sabe que permaneció allí ocho años y que estuvo en Goa, Cochin y Quíloa. Participó en varias acciones militares, incluyendo la batalla naval de Cannanore (frente a la actual ciudad portuaria de Kannur, Kerala) donde fue herido, y en la decisiva batalla de Diu. En 1509 partió en la primera expedición a Malaca comandada Diogo Lopes de Sequeira, junto con Francisco Serrão, su amigo y posiblemente primo.2 Llegados a Malaca en septiembre, fueron víctimas de una conspiración y la expedición terminó en fuga dejando atrás diecinueve prisioneros. Magallanes tuvo un papel crucial avisando a Sequeira y salvando a Serrão que había desembarcado, actos que le valieron honores y una promoción.
Al servicio del nuevo gobernador, Afonso de Albuquerque, participó junto con Serrão en la conquista de Malaca en 1511. Luego de la conquista de la ciudad, los caminos de los amigos se separaron: Magallanes, promovido, con un rico botín y en compañía de un esclavo adquirido en Sumatra, Enrique de Malaca, regresó a Europa. Serrão partió en la primera expedión enviada a las "Islas de la Especiería", las Molucas. Allí permaneció y se casó con una mujer de Amboina, volviéndose consejero militar del sultán de Ternate. Sus cartas a Magallanes serían decisivas, pues de ellas obtuvo informaciones sobre la situación de los lugares productores de especias. Mientras tanto Magallanes, después de participar en la batalla de Azamor (Marruecos), ya de servicio en esa ciudad, fue acusado de comerciar ilegalmente con los moros; al comprobarse varias de las acusaciones cesaron las ofertas de empleo a partir del 15 de mayo de 1514. Posteriormente, en 1515, le ofrecieron formar parte de la tripulación de un navío portugués, pero rechazó la oferta. De regreso en Lisboa, se dedicó a estudiar las cartas más recientes, investigando junto al cosmógrafo Rui Faleiro un pasaje hacia el Pacífico por el Atlántico Sur y la posibilidad de que las Molucas estuviesen en la zona española definida en el Tratado de Tordesillas.


En 1517 fue a Sevilla con Rui Faleiro, y encontró en Juan de Aranda,el factor de la "Casa de Contratación" sevillana, un aliado importante para el proyecto que había concebido: dar a España la posibilidad de llegar a las Molucas por Occidente, atravesando mares no reservados a los portugueses por el Tratado de Tordesillas y, además de eso, según Faleiro, probar que las "Islas de la Especiería" se encontraban en el hemisferio castellano. Con la influencia de Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, consiguieron la aprobación del rey Carlos I. El 22 de marzo de 1518 Carlos I nombra capitanes a Magallanes y Faleiro para que partan a la búsqueda de las Islas de la Especiería, y en julio los eleva al grado de comendadores de la Orden de Santiago y les otorga un conjunto de privilegios:
el monopolio de la ruta descubierta por el término de diez años;
el nombramiento como gobernadores de las tierras e islas que encontrasen, con el cinco por ciento de las ganancias netas que resultasen;
un vigésimo de las ganancias del viaje;
el derecho a retener mil ducados sobre los próximos viajes, pagando solo cinco por ciento sobre el excedente;
la concesión de una isla a cada uno, excepto de las seis más ricas de las cuales no recibirían más que una décimoquinta parte.

Comenzaron los lentos preparativos para el viaje, que estuvieron plagados de incidentes: insuficiencia de fondos, maniobras del rey de Portugal que procuraba hacerlos encarcelar, desconfianza de los castellanos hacia Magallanes y los otros portugueses involucrados, sin olvidar el difícil carácter de Faleiro.4 Por intermedio del obispo de Burgos, obtienen la participación del mercader Cristóbal de Haro que suministra una parte de los fondos y las mercaderías para trocar por especias. El cartógrafo portugués Diogo Ribeiro, al servicio de la Casa de Contratación desde 1518, participó en el desarrollo de los mapas utilizados en el viaje.
Después de romper con Faleiro, Magallanes continuó aparejando las naves que habrían de partir de Sanlúcar de Barrameda. La tripulación se componía de marinos de muy distintos orígenes, con un importante número de portugueses y vascos. Entre los primeros, alrededor de cuarenta, se contaban Álvaro de Mesquita, primo hermano de Magallanes, Duarte Barbosa, primo de la esposa de Magallanes, João Serrão, primo o hermano de Francisco Serrão y Estevão Gomes. Acompañaba también a Magallanes su esclavo Enrique de Malaca.5
Antonio Pigafetta, cronista y geógrafo de la República de Venecia, que participó de la expedición a sus propias expensas, escribió un diario completo del viaje, posibilitado por el hecho de haber sido uno de los pocos viajeros en retornar vivo a Europa. De esa forma, legó a la posteridad un raro e importante registro de donde se puede extraer mucho de lo que se sabe de este episodio de la historia.
El 10 de agosto de 1519 se anunció en Sevilla la partida de la escuadra de cinco naves, capitaneada por Fernando de Magallanes que, descendiendo por el Guadalquivir, llegó hasta Sanlúcar de Barrameda, puerto que da al océano Atlántico.6 Durante las siguientes semanas, se acabó de avituallar la escuadra y se resolvieron otros asuntos, mientras el propio Magallanes otorgó testamento en Sevilla el 24 de agosto.7

La expedición parte de Sevilla el 10 de agosto de 1519. Tras una prolongada escala de avituallamiento, el 20 de septiembre la expedición zarpó definitivamente de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), con la intención de encontrar el paso marítimo hacia los territorios de las Indias Orientales y buscar el camino que, recorriendo siempre mares castellanos (según el Tratado de Tordesillas), llegase a las islas de las Especias, lo que era la llamada ruta hacia el oeste, que ya había buscado Cristóbal Colón.

Después de recalar en las Canarias (26 septiembre de 1519), pasaron frente a las islas de Cabo Verde y a las costas de Sierra Leona, tocando las tierras de lo que hoy es Río de Janeiro el 13 de diciembre. Siguieron hacia el sur, pasando por el Río de la Plata (ya descubierto por Juan Díaz de Solís en 1516), en marzo de 1520, y llegaron a la bahía San Julián, que exploraron en busca de un posible paso. Magallanes, en vista de la llegada del invierno, decidió recalar allí hasta la primavera.

Lo inhóspito de aquellos parajes y el racionamiento de víveres al que estaban sometidos fomentaron el descontento entre la tripulación y el deseo de regresar. Se produjo una conspiración contra Magallanes dirigida por Gaspar de Quesada, capitán de la Concepción, y el veedor Juan de Cartagena, que había sido relevado del mando de la San Antonio. Pese a que la insurrección prendió en tres de las naves, Magallanes logró sofocarla. Uno de los capitanes amotinados fue asesinado y los restantes sometidos a juicio, en el que Quesada fue condenado a muerte y Cartagena abandonado en la costa.

Pasado ese suceso llegan el 1 de noviembre de 1520 hasta el que llamarían "Estrecho de todos los santos" (en honor a ese día), el cual será llamado más tarde estrecho de Magallanes. Cruzarlo fue muy difícil, dado lo complicado de las costas. Para encontrar el paso, una nave se adelantaba en exploración buscando el mejor camino y volviendo sobre sus propios pasos para hacerse seguir por el resto hasta la zona explorada. 28 de Noviembre de 1520 alcanza el cabo deseado logrando alcanzar el pacifico. Una vez terminadas estas minuciosas etapas consiguieron salir del «laberinto» hacia el océano Pacífico, al que bautiza con tal nombre (que permanecería, haciendo olvidar el anterior de Mar del Sur) debido a que en su camino no se cruza con ninguna tempestad.

Durante el cruce del océano pacifico alcanzaron diferentes isla. El 21 de enero de 1521 alcanza la isla de los tiburones y el 4 de febrero la isla de san pablo.

La Expedición de Magallanes-Elcano estuvo plagada de contratiempos y dificultades. La mala suerte de Magallanes quiso que en el largo derrotero de tres meses entre el estrecho de Magallanes y las islas Molucas no descubriera ningún punto de tierra firme, por lo que la hambruna y el escorbuto azotaron a su tripulación, hasta el punto de que se pagaban cuantiosas monedas por una simple rata para devorar. El agua se pudrió, apareció el escorbuto y los hombres comían incluso cuero reblandecido y serrín.
Antonio Pigafetta relata:
"La galleta que comíamos ya no era más pan sino un polvo lleno de gusanos que habían devorado toda su sustancia. Además, tenía un olor fétido insoportable porque estaba impregnada de orina de ratas. El agua que bebíamos era pútrida y hedionda. Por no morir de hambre, nos hemos visto obligados a comer los trozos de cuero que cubrían el mástil mayor a fin de que las cuerdas no se estropeen contra la madera... Muy a menudo, estábamos reducidos a alimentarnos de aserrín; y las ratas, tan repugnantes para el hombre, se habían vuelto un alimento tan buscado, que se pagaba hasta medio ducado por cada una de ellas... Y no era todo. Nuestra más grande desgracia llegó cuando nos vimos atacados por una especie de enfermedad que nos inflaba las mandíbulas hasta que nuestros dientes quedaban escondidos...".
Antonio Pigafetta. Cronista de la expedición


El 6 de marzo de 1521 encontró una isla en la que los navegantes aprovecharon para descansar y recoger víveres. Pronto acudirían a aquella isla numerosos indígenas con regalos para estos nuevos «visitantes».  Esta Isla descubierta se denominó la Isla de los Ladrones (Marianas) . Posteriormente descubre el archipiélago de las Filipinas (llega a Samar el 16 de marzo, a Homonhom el 17, a Limasawa el 28, a Cebu el 7 de abril y a Mactan el 27 de abril.

Consiguieron instalar un almacén en Borneo, donde entablaron buenas relaciones con los indígenas. Sin medios y con una sola nave emprendió el regreso por mares lusos, el camino más conocido, con tierras donde aprovisionarse, e intentando esquivar puertos y flotas portuguesas.

Magallanes pereció en la llamada Batalla de Mactán con una tribu cebuana encabezada por el jefe tribal Lapu-Lapu, en la isla filipina de Mactán.

Tras la muerte de Magallanes en Filipinas, en 1521, fue elegido jefe de la expedición Gonzalo Gómez de Espinosa y al frente de la nave Victoria, se puso de capitán Juan Sebastián Elcano. Tras arribar a las islas Molucas (el 8 de noviembre se llegó a Tidore, el 29 de diciembre a ambom) se puso rumbo a Timor a donde se arribó el 25 de enero de 1522  y  se emprendió el regreso a España.

El 19 de mayo de 1522 se alcanzaba el cabo de buena esperanza, el 9 de julio Cabo Verde.

Elcano completó la primera circunnavegación del globo, consiguiendo llevar a término la expedición y llegar al puerto de partida, Sanlúcar de Barrameda, el 6 de septiembre de 1522 en la nao Victoria, junto con otros 17 supervivientes, lo que suponía el logro de una imponente hazaña para la época. Finalmente, el 8 de septiembre, fue descargada en Sevilla la única nave que había logrado regresar con vida.



Francisco Hernández de Córdoba (Explorador de yucatan)

(¿1475? + Sancti Spíritus, Cuba 1517) fue un conquistador español, que ha pasado a la historia por la accidentada expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, durante la cual exploró, para el Imperio español, la Península de Yucatán. Hay que indicar que el no fue el primero en descubrir estas tierras pero si fue el principal explorador de ellas, fruto de esta exploración descubrió Campeche.

Francisco Hernández de Córdoba era uno de los encomenderos más ricos asentados en la isla de Cuba a raíz de su conquista en 1511. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de Cuba y sus posibles islas o costas continentales.
Partió de Cuba en febrero de 1517 y halló la costa de lo que hoy es la península de Yucatán. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos,1 la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron "in ca wotoch", que quiere decir esta es mi casa. Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche.
Durante su desarrollo, los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas de cal y canto y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro.
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que llamaron Champotón, el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de Córdoba, heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas.
El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a Cuba.
Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a Yucatán.
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que presumió la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de Hernán Cortés, en 1519, que finalmente terminó de explorar y poblar Mesoamérica durante la Conquista de México.
Este artículo se centra en la expedición del descubrimiento de Yucatán, que es por otro lado lo único que puede incluir una biografía de Hernández de Córdoba, dado que de su vida anterior sólo se sabe que residía en Cuba en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudarle a financiar la expedición que le daría a la vez la inmortalidad y la muerte.

El ocho de febrero de 1517 salieron del puerto de Ajaruco, en La Habana, o quizás en esa fecha o algo antes de Santiago, dos navíos y un bergantín, tripulados por más de 100 personas. El capitán de la expedición era Francisco Hernández de Córdoba, y el piloto Antón de Alaminos, de Palos. Camacho de Triana y Joan Álvarez, “el manquillo”, de Huelva, eran los pilotos de los otros dos navíos.
Hasta el 20 de febrero costearon la isla Fernandina (Cuba). Alcanzada la punta de San Antón, salieron a mar abierto.
Siguieron dos días con sus noches de fuerte tormenta, según Bernal, tan fuerte como para poner en peligro los barcos, y en todo caso suficiente como para consolidar la duda sobre el objetivo de la expedición, porque tras la tormenta podría sospecharse que las naves estaban perdidas.
Luego tuvieron veintiún días de bonanza, tras los cuales vieron tierra y, muy próxima a la costa y visible desde los barcos, la primera población de gran tamaño avistada en América, con las primeras casas de cal y canto. Los españoles, que evocaban lo musulmán en todo lo que, siendo desarrollado, no fuera cristiano, llamaron a esta primera ciudad descubierta en América El gran Cairo, como luego llamarían mezquitas a las pirámides, y en general a cualquier centro religioso.
Es razonable designar a este momento como el descubrimiento de Yucatán —incluso "de México", si se entiende México en su sentido y con sus fronteras modernas—, pero debe recordarse que los expedicionarios de Hernández no eran los primeros españoles que pisaban Yucatán. En 1511 un barco de la flota de Diego de Nicuesa, que regresaba a La Española, naufragó cerca de las costas de Yucatán, y algunos de sus ocupantes consiguieron salvarse. En el momento en que los soldados de Hernández avistaron y nombraron a El gran Cairo, dos de esos náufragos, Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, vivían en la zona de Campeche, hablaban el dialecto maya de la zona, y el segundo incluso, parece que gobernaba una comunidad indígena. Eso no quita el mérito del descubrimiento a Hernández: al descubrimiento suele exigírsele que el hallazgo sea un acto voluntario, no un naufragio, y se le requiere también cierta prestancia y superioridad; los náufragos de Nicuesa que no fueron muertos por los nativos, acabaron, como era de esperarse, sometidos por ellos.

Ahora bien, se ha establecido la hipótesis en el sentido de que la península de Yucatán ya había sido descubierta previamente a la expedición de Francisco Hernández de Córdoba. No sólo está el hecho de la presencia de españoles en la península de Yucatán que se demostró cuando Hernán Cortés la visitó durante su expedición de conquista, sino que algunos autores como Michel Antochiw Kolpa, historiador y cartógrafo, en su reciente obra laureada Historia Cartográfica de la Península de Yucatán señala y sustenta cartográficamente:
"....Existe (entonces) la posibilidad de que Yucatán haya sido visitado por lo menos dos veces antes de su "descubrimiento", ambas por navegantes portugueses, la primera vez desde el norte, la segunda desde el sur..."
La propia enciclopedia Yucatán en el tiempo, en el artículo correspondiente a "Historiadores de Yucatán" dice:
"...todavía persisten dudas sobra la fecha real y la identidad del autor del descubrimiento (de Yucatán), ya que el mapa más antiguo en que aparece Yucatán data de 1513, cuatro años antes del viaje de Hernández de Córdoba...
En todo caso, aunque no fuera el primer en descubrir Yucatán, Cordoba fue el que exploró y estudió estas tierras.

Los navegantes adelantaron los dos barcos de menor calado, para saber si podían fondearlos con seguridad junto a tierra. Bernal data el 4 de marzo de 1517 el primer encuentro con indios de Yucatán, que acudieron a esos barcos en diez canoas grandes, tanto a remo como a vela. Entendiéndose por señas, los indios —los primeros intérpretes, Julián y Melchor, los habría de obtener precisamente esta expedición— siempre con alegre cara y muestras de paz comunicaron a los españoles que al día siguiente acudirían más piraguas, para llevar a los recién llegados a tierra.
Este momento en que los indios subieron a las naves españolas y aceptaron las sartas de cuentas verdes y demás baratijas preparadas al efecto fue uno de los pocos contactos pacíficos que tuvo el grupo de Hernández con los indios, e incluso en este las muestras de paz eran fingidas. Precisamente durante estos contactos del 4 de marzo podrían haber nacido dos topónimos, Yucatán y Catoche, cuya historia sorprendente y divertida —acaso demasiado para ser del todo cierta— se cita a menudo: sea historia o leyenda, ésta quiere que los españoles hayan preguntado a los indios por el nombre de la tierra que acababan de descubrir, y que al escuchar su respuesta, bastante predecible: "no entiendo lo que dices"... "ésas son nuestras casas"... pusieran a la tierra por nombre justo lo que escuchaban: Yucatán, que querría decir "no te entiendo", para la "Provincia”" completa (o isla, según creían ellos), y Catoche, que significaría "nuestras casas", a la población donde desembarcaron y al cabo.
Fray Diego de Landa dedica el segundo capítulo de su Relación de las cosas de Yucatán a la Etimología del nombre de esta Provincia. Situación de ella y en él nos confirma el caso del cabo Catoche, que procedería efectivamente de cotoch, “nuestras casas, nuestra patria”, pero no parece en cambio que confirme lo de que Yucatán signifique "no entiendo".
Finalmente, Bernal Díaz del Castillo también se ocupa del asunto. Confirma la etimología de Catoche como "nuestras casas", pero aporta para Yucatán una explicación todavía más sorprendente que la de "no te entiendo". Según ella, los dos indios capturados en la batalla de Catoche, Julianillo y Melchorejo, en sus primeras conversaciones con los españoles en Cuba, y estando presente Diego Velázquez, habrían hablado del pan. Los españoles explicando que su pan estaba hecho de "yuca", los indios mayas aclarando que al suyo le decían "tlati", y de la repetición de "yuca" (voz caribe, no maya) y "tlati" durante esta conversación, los españoles habrían deducido falsamente que les estaban intentando enseñar el nombre de su tierra: Yuca-tán.
Es probable que el primer narrador de la historia del "no te entiendo" fuera Fray Toribio de Benavente, Motolinía, que al final del capítulo 8 del tratado tercero de su Historia de los indios de la Nueva España dice: "porque hablando con aquellos Indios de aquella costa, a lo que los Españoles preguntaban los Indios respondían: «Tectetán, Tectetán», que quiere decir: «No te entiendo, no te entiendo»: los cristianos corrompieron el vocablo, y no entendiendo lo que los Indios decían, dijeron: «Yucatán se llama esta tierra»; y lo mismo fue en un cabo que allí hace la tierra, al cual también llamaron cabo de Cotoch; y Cotoch en aquella lengua quiere decir casa.

Al día siguiente, según lo prometido, los indios volvieron con más piraguas para trasladar a los españoles a tierra. Éstos contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ahora amable anfitrión, el cacique de El gran Cairo, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas ("quince ballestas y diez escopetas", si creemos en la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo).
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de Yucatán conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Sólo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición.
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que una vez bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente Julianillo y Melchorejo: habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la expedición de Grijalva. Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar —y desvalijar— una pirámide y unos adoratorios, mientras sus compañeros intentaban salvar la vida. El clérigo González vio por primera vez los ídolos, y recogió piezas "de medio oro, y lo más cobre", que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de Cuba, al regreso de la expedición.
Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.
De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose sólo de día, porque estaba empeñado en que Yucatán era una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido.
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: "Castilian". Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de Gonzalo Guerrero, los náufragos de Nicuesa. Los españoles encontraron un pozo "de cal y canto" utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los "bultos de serpientes" en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche.

Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Potonchán y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por "velas y escuchas".
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Lázaro-Campeche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos, y que si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. Al grito de "Calachumi", que los conquistadores pronto supieron traducir como "al jefe", los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y a la otra Bernal sólo es capaz de recordarla como "un portugués viejo"
Llegó un momento en que sólo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo.
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres.
Los españoles llamaron al sitio "costa de la mala pelea", y así figuró en los mapas durante algún tiempo.

Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables.
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron Estero de los lagartos sólo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes.
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a Cuba. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de La Florida con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en el barco, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días.
Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, y no sin dificultades —los barcos estaban deteriorados y ya hacían agua, y algunos marineros levantiscos se negaban a accionar las bombas— pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje.
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. Bernal Díaz del Castillo refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur.

El descubrimiento de las construcciones arquitectonicas y de la joyas de oro de El Gran Cairo (Yucatan), en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del Paraíso— tras cada cabo y en cada río. Lejos todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, El Gran Cairo era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a Cuba, los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a "los gentiles" o a "los judíos desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano".

De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a Cuba da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa isla de Yucatán había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, el indio prisionero desde la batalla de Catoche, cebaron el proceso que concluiría con la Conquista de México por la tercera flota enviada, la de Hernán Cortés.

Rodrigo de Bastidas (Descubridor costas colombia-panama)

(Sevilla, 1445-Santiago de Cuba, 1527) Adelantado, conquistador español, descubridor del litoral atlántico colombiano, Panamá y el río Magdalena y fundador del puerto de Cartagena y de Santa Marta.
Fue un navegante andaluz, afincado en Triana, en Sevilla. Participó en el Segundo Viaje de Colón a las Indias en 1493 y en 1501 recorrió Panamá y gran parte del territorio colombiano.
El 5 de junio del año 1500, a Bastidas se le concedió licencia para descubrir islas o tierras que no fueron visitadas por Colón u otros navegantes, así como tierras no pertenecientes a Portugal, desde las costas del Cabo de la Vela en Coquibacoa.
En 1501 zarpó del puerto de Cádiz en dos naves: San Antón y Santa María de Gracia, más un bergantín y un chinchorro. En este viaje lo acompañaban Juan De La Cosa y Vasco Núñez de Balboa.
Descubrió las costas de Colombia y las bahías de Santa Marta, Cartagena y Cispatá, llegó a las costas panameñas (en la actual comarca de Guna Yala) después de haber recorrido el litoral venezolano y descubierto el río Magdalena y el golfo de Urabá, continuó con su tarea exploradora y descubrió el istmo de Panamá, recorrió los puertos de Retrete y Nombre de Dios, entonces mandó hacer un puerto que bautizó en su honor como El Escribano. Sin embargo, al tener las naves en muy mal estado, debe regresar a la isla La Española (actual Santo Domingo), en donde estaba la principal base de operaciones de los viajeros españoles.
Al llegar a las costas de La Española, una de sus naves naufragó, pero logró salvar parte de su carga (que se trataba en mayor parte de oro). En esta isla fue acusado de negociación ilegal con los indígenas. Después de ser procesado en 1502 por Francisco de Bobadilla (que también procesó a Colón) fue declarado inocente de los cargos y una vez pagados los derechos a la Corona, los Reyes Católicos le otorgaron el cobro de una renta anual sobre la producción de la provincia de Urabá y Zenú.

En 1525 de regreso a América, fundó la ciudad de Santa Marta (actual capital del departamento colombiano de Magdalena) entre el cabo de la Vela y el río Magdalena, una de las primeras ciudades continentales de América que aún existe. Juan Villafuerte, su propio lugarteniente, dirigió una conspiración contra Bastidas que casi le cuesta la vida. Herido en el atentado, intentó volver a La Española. El 28 de julio de 1527, al anclar en Santiago de Cuba, falleció. Sus restos reposaron en Santo Domingo hasta que a mediados del siglo XX fueron trasladados a Santa Marta por petición del gobierno local y reposan actualmente en la catedral de la ciudad.

Pedro Alonso Niño (Descubridor isla margarita)

(¿1468?- 1502), navegante y descubridor nacido en Moguer (España). Era el segundo hermano de los "Niño" que participaron activamente en el Descubrimiento de América. Fue como piloto mayor en la nao capitana Santa María en el primer viaje descubridor. También acompañó a Cristobal Colón y demás miembros de su familia, en el segundo viaje colombino. Pedro Alonso también descubrió, en un viaje posterior a Paria, la Isla Margarita y la Punta de Araya, en las Antillas Menores.

Pedro Alonso Niño o Peralonso Niño, fue el segundo hijo de Alfón Pérez Niño, nació en Moguer, sobre el año 1468. La familia "Niño" constituía una estirpe de marinos avezados y curtidos en travesías por el Atlántico y el Mediterráneo. Fue creciendo en el ambiente marinero de su familia, formándose como marino hasta adquirir amplia experiencia.1 Fue apodado como “El negro”, por su relación con el comercio de esclavos africanos.
Estuvo casado dos veces, con Juana Muñiz, de cuya unión nacieron Juan Niño, Isabel Quintero y Leonor Fernández, y con Leonor de Boria, con quien procreo a Francisco Niño. Alice Gould se inclina, sin embargo, por un solo matrimonio, argumentando las duplicidades o coincidencias en los nombres.
Tuvo una participación fundamental en los preparativos y desarrollo del viaje descubridor. Los Niño, una vez superados los primeras reticencias al proyecto de Colón, se convirtieron en férreos defensores del viaje, y pusieron todo su empeño en llevar a cabo la empresa Colombina. Convencieron a la marineria moguereña, y resto de marinos que habitualmente navegaban con ellos, para que se alistaran en el viaje colombino. Junto a sus hermanos, organizarón los preparativos de la carabela de su familia “La Niña”, en julio de 1492, en el Puerto de la Ribera.1 2
En el primer viaje colombino, cuya partida se produjo el 3 de agosto de 1492, Pedro Alonso fue piloto mayor de la Santa María de la expedición descubridora.2 1 El 12 de octubre de 1492 se culmina el viaje con el descubrimiento del nuevo mundo. Tras el encallamiento de la carabela Santa María, el 25 de diciembre de 1492, “La Niña “se convirtió en la nave capitana. Al mando de La Niña regresa Cristóbal Colón, y Pedro Alonso Niño como piloto mayor.1
En 1493 participó en el segundo viaje colombino, como piloto mayor de la nave capitana. Regresaron rápidamente a la península, ya que estaba en Cádiz el 7 de marzo de 1494. Por este viaje recibió diecisiete mil maravedís.
Entre el 4-9 de abril de 1494, se encontraba en la Corte de Medina del Campo, y en julio en Sevilla, de donde partió de nuevo hacia las indias en octubre. En abril de 1495 estaba de regreso en Sevilla. El 16-17 de junio de 1496, zarpo de nuevo, como piloto mayor, en la nao “Santa María de Guía”, propiedad de García Álvarez de Moguer, junto a las carabelas “Lázaro” y “Catalina”. Tras una corta estancia en Indias, regresaron a Cádiz, el 2 de diciembre de 1496, volviendo como capitán y piloto mayor de la flota.2
Aunque estaba alistado para hacer el tercer viaje colombino, al final no pudo realizarlo. Según parece en esa fecha se encontraba en la corte, enseñando a cartear al príncipe Don Juan, el malogrado hijo varón de los monarcas Fernando e Isabel. Durante su estancia en la corte, gestionó una capitulación que le permitiera viajar a las costas de Paria.1
Pedro Alonso Niño planteó realizar una expedición3 particular a las tierras recién descubiertas, en la Costa de las Perlas (Paria), la cual había dejado deslumbrados a los exploradores de los primeros viajes colombinos. Para ello buscó la financiación de Luis Guerra, el bizcochero de Triana, rico comerciante al que impuso que su hermano Cristóbal Niño fuera el capitán de la expedición, quedando Pedro Alonso Niño de piloto mayor de la nave, una carabela con 33 hombres.2
La marinería estaba compuesta por gentes de la confianza de Pedro Alonso como, Alonso García, Juan Barrero, que habían estado ya en el lugar y, por lo tanto, estaban familiarizados con lo que se iban a encontrar.
Bartolomé de las Casas relata la gesta de Alonso de esta forma:

Uno de los primeros que a par cuasi de Hojeda vinieron a descubrir, fueron un Peralonso Niño y un Cristóbal Guerra, vecinos, el Guerra, de Sevilla, y el Peralonso creo que era del Condado. Este Peralonso Niño vino cierto con el Almirante al descubrimiento de Paria, y debióse de tornar a Castilla en los cinco navíos, y esto está probado con testigos contestes, y yo he visto sus dichos en el susodicho proceso, y uno que dijo que no había ido en aquel viaje a Peralonso Niño con el Almirante, yo sé que contra el Almirante, por derecho del juicio, podía ser repelido, así que Peralonso Niño habida licencia del rey o del obispo para descubrir, con instrucción y mandado que no surgiese con su navío ni saltase en tierra con 50 leguas de la tierra que había descubierto el Almirante. Como no tuviese tantos dineros como habría menester o quizá ningunos, tractó con Luis Guerra, vecino de Sevilla, que tenía hacienda, que le armase un navío; el Luis Guerra se ofreció a hacello y, entre otras condiciones, fue un tanto que su hermano Cristóbal Guerra fuese por capitán de él. Partió, pues, Peralonso Niño por piloto y Cristóbal Guerra por capitán.
Bartolomé de las Casas

En junio de 1499, una vez realizados todos los preparativos y cargada la nave con las mercancías a intercambiar, salió de la barra de Saltes del puerto de Palos. Siguieron la ruta de Ojeda y llegaron a Paria por el sur. De allí van a la Isla Margarita donde realizan el intercambio de mercancías, consiguiendo una enorme cantidad de perlas, en palabras de Pedro Mártir de Anglería cargaron perlas como si fuera paja. Llegan a Cumaná y siguen consiguiendo perlas. Estos intercambios se hacían por mercancías que, para los españoles, tenían poco valor, al igual que para los indios las perlas, dicen los indios quedaron muy contentos, pensando que iban engañados los cristianos, que adquirieron entonces en sus rescates más de 150 marcos de perlas.4
En esta expedición se descubrió la punta de Araya con sus importantes salinas. Estas salinas permitieron la obtención, desde tiempos tempranos de la conquista, de sal en el Caribe, lo cual facilitó la navegación y las acciones realizadas en esas tierras al poder disponer de ese importante conservaste insitu.2
La vuelta fue a mediados de 1500 y entraron en el puerto de Bayona la Real en Pontevedra (Galicia). En Bayona vendieron 96 marcos de plata y, al parecer quedan con otros tantos. Al no declarar las ganancias y por consiguiente no pagar a los reyes el quinto real, Alonso fue detenido y juzgado, saliendo absuelto y volviendo a Moguer en agosto de 1501. Permaneció en Moguer hasta febrero de 1502, afectado por los acontecimientos y con el favor real perdido, a pesar de haber sido declarado inocente, y seguir siendo uno de los mejores navegantes de su tiempo.
El viaje de Pedro Alonso Niño a la Costa de las Perlas supuso, aparte de los rescates, un gran avance en los descubrimientos geográficos, pués fue el navegante que más se aproximó a la línea equinoccial.
El último viaje que realizó, lo hizo en la flota de Ovando, en cuyo rol lo encontramos como piloto de resguardo, y no como piloto mayor, cargo para el que fue elegido al parecer por el propio Fonseca. La armada de Ovando, formada por treinta y dos barcos, zarpó el 3 de febrero de 1502. No sabemos dónde iba Pedro Alonso Niño, pero por su experiencia técnica y el haber sido nombrado piloto de resguardo, es probable que fuera en la capitana “Santa María del Antigua”. En Canarias la flota se dividió en dos.
A principios de julio, cuando Antonio de Torres regresaba en dicha nao, donde sí iba en esta ocasión Pedro Alonso Niño, un huracán a la altura de Santo Domingo destruyó la flota, no dejando rastro de la misma. Fue sin duda un gran desastre, pues en ella pereció, además de Torres, el comendador Francisco de Bobadilla y Pedro Alonso Niño.
Su desaparición supuso un duro golpe para la navegación y, sobre todo, para su familia, su viuda y sus hijos. La estela de este intrépido y experimentado navegante, fiel a sus raíces, la siguió primero su hijo Francisco, y el hijo de este llamado también Pedro Alonso Niño, quien acabaría por instalarse, después de hacer la conquista y poblamiento de la provincia de Santa Marta, en la actual Colombia, donde se casó y procreó hijos legítimos y naturales, fruto estos últimos de la unión extramarital con una indígena. Esta circunstancia aceleró un proceso de aculturación que con el tiempo se convertiría en la seña de identidad del pueblo americano. En la ciudad de Tunja, el apellido Niño arraigó y ha permanecido inalterable durante siglos (Carradine, 1994, 2009). Algunos de sus descendientes actuales mantienen el apellido.


Juan de la Cosa (Cartografo del mapa mundi mas antiguo con el continente americano)

(Santoña, entre 1450 y 1460-Turbaco, Colombia, 28 de febrero de 1510)1 fue un navegante y cartógrafo español conocido por haber participado en siete de los primeros viajes a América y por haber dibujado el mapa más antiguo conservado en el que aparece el continente americano. Verdaderamente es el primer mapa mundi ya que ningún otro contenía el continente americano. Se puede decir que era un científico de la cartografía de su tiempo.

De la Cosa tuvo un papel destacado en el primer y el segundo viaje de Cristóbal Colón a las Antillas y en 1499 participó como piloto mayor en la expedición de Alonso de Ojeda a las costas del continente sudamericano. A su regreso a Andalucía dibujó su famoso mapamundi y poco después volvió a embarcarse hacia las Indias, esta vez con Rodrigo de Bastidas. En los años siguientes alternó viajes a América bajo su propio mando con encargos especiales de la Corona, incluyendo una misión como espía en Lisboa y la participación en la Junta de pilotos de Burgos de 1508. En 1509 emprendió la que sería su última expedición, de nuevo junto a Ojeda, para tomar posesión de las costas de la actual Colombia. La Cosa murió en un enfrentamiento armado con indígenas antes de poder llegar a ejercer su cargo de alguacil mayor de Urabá.


La Cosa elaboró para los Reyes Católicos o alguien de su corte un mapamundi que es el mapa más antiguo conservado en el que aparece el continente americano. Está pintado sobre dos pieles de pergamino unidas en forma de rectángulo irregular de 96 cm de ancho y 183 cm de largo. En el extremo occidental del mapa aparece una efigie de San Cristóbal, probable alusión a Colón, situado a poniente de las Antillas sobre una inscripción que dice: «Juan de la cosa la fizo en el puerto de S: mã en año de 1500».

Dicho mapa refleja los resultados de los descubrimientos realizados en América durante el siglo XV; con información procedente de los viajes realizados por Colón (viajes de 1492, 1493 y 1498), Alonso de Ojeda, Vicente Yáñez Pinzón, Juan Caboto, Pedro Álvares Cabral y diversos exploradores portugueses que recorrieron África, como Bartolomeu Dias y Vasco da Gama.
La Cosa sugirió que las tierras descubiertas en el norte y el sur de América podían estar unidas formando un solo continente, aunque con la efigie superior hizo un truco para permitir la posibilidad de que existiera un paso marítimo entre ambas en Centroamérica, cosa que Colón creía.15 Cuba aparece ya identificada como una isla, en contra de la opinión de Colón. En general las Antillas aparecen de manera completa y en América del Sur se muestra la costa desde el cabo de la Vela hasta el cabo de San Agustín, mostrando una parte del norte del Brasil. Por el contrario, en América del Norte no se muestran la península de Florida, el golfo de México ni la península de Yucatán. América Central está tapada por la efigie del santo. .
El contorno de las costas de África aparece dibujado por primera vez de manera correcta, gracias a los últimos viajes de exploración realizados por los portugueses. La región de Europa y el Mediterráneo aparece bien detallada, mientras que amplias zonas de Asia se muestran vacías e imprecisas.
El mapa está decorado con rosas de los vientos, banderas, barcos, ciudades, reyes, personajes de la Biblia y figuras mitológicas. Se representan algunos ríos y la mayoría de los topónimos están escritos en castellano antiguo.

El mapamundi de Juan de la Cosa es una de las obras más importantes de la cartografía de finales del siglo XV e inicios del siglo XVI. Fue redescubierto en 1832 por el barón de Walckenaer, ministro plenipotenciario de Holanda en París, que lo compró a un precio muy barato. A la muerte del barón en 1853, se subastó el mapamundi y el gobierno español, aconsejado por Ramón de la Sagra, lo adquirió por 4.321 francos. Desde entonces está expuesto en el Museo Naval de Madrid. Numerosos eruditos han realizado reproducciones y análisis de diversas zonas del mapa de La Cosa. Las primeras fueron las de Alexander von Humboldt en su Atlas géographique et physique des régions équinoxiales du Nouveau Continent de 1834,21 Ramón de la Sagra en 1837 en la Historia física política y natural de la isla de Cuba y el vizconde de Santárem en 1842 con su Atlas de la Edad Media.
Se sabe que La Cosa debió realizar otros mapas importantes pero nunca se han encontrado. En particular consta que en 1503 se le abonaron siete ducados por dos "cartas de marear" que ofreció a la Reina.5
Por otra parte es posible que el bachiller Martín Fernández de Enciso aprovechara sus relaciones amistosas con La Cosa para incorporar parte de sus conocimientos cartográficos en su obra Suma de geografía que trata de todas las partes y provincias del mundo: en especial de las Indias, impresa en Sevilla en 1519.

La Cosa también participo en un viaje al mando de Alonso de Ojeda, que acababa de ser nombrado gobernador de Nueva Andalucía. La Cosa recibió de la Corona el cargo de teniente gobernador y una importante ayuda económica ya que iba a instalarse allí junto a su familia. La expedición partió de Santo Domingo el 10 de noviembre de 1509 con tres embarcaciones y unos 300 hombres, entre ellos un soldado llamado Francisco Pizarro. La Cosa resolvió la disputa entre los dos nuevos gobernadores (Ojeda y Nicuesa) sobre qué lugar exacto del golfo de Urabá sería el límite de sus respectivas gobernaciones, señalando el río Atrato como la frontera entre Veragua y Nueva Andalucía.
Al llegar a Nueva Andalucía en diciembre, Ojeda decidió desembarcar en la bahía de Calamar, desoyendo los consejos de La Cosa que recomendaba que no se perturbara a los indios de la zona donde estaban, ya que eran indígenas que usaban flechas envenenadas. El cántabro proponía dirigirse a las orillas del golfo de Urabá, donde vivían indios menos belicosos a los cuales La Cosa había conocido cinco años atrás, pero finalmente acató la orden de Ojeda. Poco después los expedicionarios se vieron envueltos en un combate con indígenas que se saldó con victoria española, lo que incitó a Ojeda a adentrarse en la selva, persiguiendo a los indígenas en su huida hasta el poblado de Turbaco. Al llegar al poblado, Ojeda, La Cosa y los demás hombres fueron sorprendidos por los indígenas, que dispararon flechas envenenadas. La Cosa cayó muerto, así como la mayoría de sus hombres, pero Ojeda pudo huir.
Al volver Ojeda a la bahía de Calamar se encontró con la expedición de su rival Nicuesa. Enterados del hecho ocurrido en Turbaco, los castellanos dejaron de lado sus diferencias y los hombres de ambas expediciones se vengaron destruyendo el poblado de Turbaco y asesinando a casi todos sus habitantes. Algunas crónicas afirman que cuando hallaron el cadáver de La Cosa parecía un erizo lleno de flechas; otras dicen por el contrario que el cuerpo había sido devorado por los indios.
La viuda de La Cosa recibió 45.000 maravedís y todos los indígenas que tenía en posesión el navegante como indemnización por los servicios prestados. Se desconoce el destino del hijo de La Cosa, el cual debería teóricamente haber heredado el cargo de Alguacil Mayor de Urabá.


Vicente Yáñez Pinzón (Descubridor de Brasil)

(Palos de la Frontera, Huelva, aprox. 1462 - 1514) fue un navegante y explorador español, codescubridor de América y primer navegante europeo que llegó al Brasil. Navegó junto con Cristóbal Colón en su primer viaje al Nuevo Mundo, en 1492, como capitán de la carabela La Niña. Descubrió las costas del extremo norte de Brasil en enero de 1500, tres meses antes de la llegada de Pedro Álvares Cabral a Porto Seguro.


Vicente Yáñez fue el primero en aceptar la invitación de enrolamiento de su hermano cuando Martín Alonso decide apoyar la expedición de Cristóbal Colón. Juntos fueron visitando, casa por casa, a sus parientes, amigos y conocidos, animando a embarcarse a los más destacados marinos de la zona. Rechazaron los barcos embargados por Colón, contratando navíos más adecuados, y aportaron de su hacienda medio millón de maravedíes.
Como capitán de la Niña, sus intervenciones fueron fundamentales durante el viaje, animando a proseguir la expedición cuando hasta el propio Colón quería volverse. Sofocó las protestas de los marinos de la nao Santa María, acudiendo al salvamento de éstos cuando la nao naufragó y trayendo al Almirante de regreso a España.
En 1495 lo encontramos preparando dos carabelas, la Vicente Yáñez y la Fraila, para participar en la Armada que Alonso de Aguilar, hermano mayor del Gran Capitán, iba a dirigir contra el Norte de África, pero sobrevienen las guerras de Nápoles y se dirigen a Italia, desde donde no retornan hasta 1498, recorriendo de paso las costas de Argel y Túnez.

Ese mismo año, la Corona decide permitir a particulares que realicen viajes de descubrimiento. Después de capitular en Sevilla con el todopoderoso obispo Fonseca en nombre de los Reyes Católicos, el 19 de noviembre de 1499, salió Yáñez del puerto de Palos con cuatro pequeñas carabelas, por propia iniciativa y a sus expensas. Le acompañaban gran cantidad de parientes y amigos, entre ellos, como escribano, Garcí Fernández, el famoso físico de Palos que apoyó a Colón cuando nadie lo hacía, sus sobrinos y capitanes Arias Pérez y Diego Fernández Colmenero, hijo primogénito y yerno, respectivamente, de Martín Alonso, su tío Diego Martín Pinzón con su primos Juan, Francisco y Bartolomé, los prestigiosos pilotos Juan Quintero Príncipe, Juan de Umbría, Alonso Núñez y Juan de Jerez, así como los marinos Cristóbal de Vega, García Alonso, Diego de Alfaro, Rodrigo Álvarez, Diego Prieto, Antón Fernández Colmenero, Juan Calvo, Juan de Palencia, Manuel Valdobinos, Pedro Ramírez, García Hernández y, por supuesto, su hermano Francisco Martín Pinzón.
Fue nombrado gobernador:
Conviene a saber: en remuneración de los seruicios e gastos e los daños que se vos recrecieron en el dicho viaje, vos el dicho Bicente Yáñes, quanto nuestra merced e voluntad fuere, seades nuestro Capitán e Governador de las dichas tierras de suso nonbradas, desde la dicha punta de Santa María de la Consolación seguyendo la costa fasta Rostro Fermoso, e de allí toda la costa que se corre al Norueste hasta el dicho río que vos possistes nonbre Santa María de la Mar Dulce, con las yslas questán a la boca del dicho río, que se nonbra Mariatanbalo; el qual dicho oficio e cargo de Capitán e Governador podades vsar e exercer e vsedes e exercedes por vos o por quien vuestro poder oviere, con todas las cosas anexas e concernientes al dicho cargo, segund que lo vsan e lo pueden e deven usar los otros nuestros capitanes e governadores de las semejantes yslas e tierra nuevamente descubiertas.

El relato de este viaje aparece en varias crónicas. De ellas, las Décadas del Nuevo Mundo, escritas en 1501 por el milanés Pedro Mártir de Anglería, son las más cercanas en el tiempo y basadas en informes de testigos presenciales, entre ellos el propio Vicente Yáñez, pero, sobre todo, Diego de Lepe, el capitán palermo que hizo un viaje "gemelo" del de Pinzón, salió de Palos un mes y medio o dos meses después y siguió su rumbo hasta adelantarle en el río Amazonas. También es bastante interesante la versión del Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia General y Natural de las Indias, pues "conoció y trató" a Pinzón que le proporcionó muchos de los datos que narra. En cuanto a las respectivas Crónicas del padre Bartolomé de las Casas y Antonio de Herrera, se basan la de fray Bartolomé en Anglería y la de Herrera en el dominico .
En su peculiar y florido lenguaje, Anglería informa de que, pasadas las Canarias y las islas de Cabo Verde, las naves de Vicente Yáñez tomaron rumbo sudoeste hasta perder de vista la Estrella Polar. Por primera vez, los marinos españoles pasaban el ecuador y se adentraban en el Hemisferio Sur. Contingencia grave, porque lógicamente no sabían guiarse por las estrellas del cielo austral.
Oviedo no relata el viaje. En cuanto a Las Casas, sigue sustancialmente a Anglería, aunque con más austeras expresiones, afirmando que "tomado el camino de las Canarias y de allí a las de Cabo Verde, y salido de la de Santiago, que es una dellas, a 13 días de enero de 1500 años, tomaron la vía del Austro y después al Levante, y andadas, según dijeron, 700 leguas, perdieron el Norte y pasaron la línea equinoccial. Pasados della, tuvieron una terribilísima tormenta que pensaron perecer; anduvieron por aquella vía del Oriente o Levante otras 240 leguas". Herrera dice lo mismo, pero hace constar, cuando narra el paso de la línea equinoccial, que Vicente Yáñez fue «el primer súbdito de la Corona de Castilla y de León que la atravesó». Por fin, nos dice Anglería:
(...) el 26 de enero vieron tierra desde lejos, y observando la turbiedad del agua del mar, echaron la sonda y hallaron una profundidad de 16 codos, que vulgarmente llaman brazadas. Acercáronse y desembarcaron y, habiendo permanecido allí dos días, pues no encontraron en ese tiempo hombre alguno por más que vieron huellas suyas en la playa, grabaron en los árboles y rocas próximas al litoral los nombres de los Reyes y los propios, con noticia de su llegada, y se marcharon.
Pedro Mártir de Anglería (Décadas del Nuevo Mundo, 1501)

Nada más. Asombrosa la parquedad de palabras del exuberante Pedro Mártir, sobre todo comparada con la anterior parrafada y con lo que del mismo hecho dice Las Casas cuando afirma que el "26 de enero vieron tierra bien lejos; ésta fue el cabo que agora se llama de Sant Agustín, y los portugueses la Tierra del Brasil: púsole Vicente Yáñez entonces por nombre cabo de Consolación".
El fraile sevillano insertó en su obra dos afirmaciones muy importantes: primero, que el cabo al que llegó Pinzón y bautizó como Consolación era el cabo conocido como San Agustín. Segundo, que Vicente Yáñez tomó posesión de la tierra. Fray Bartolomé sigue el relato del milanés, pero no duda en completarlo con las informaciones y convicciones que ha ido recopilando en el transcurrir de los años. Para él no existía la menor duda: el cabo de Santa María de la Consolación era el de San Agustín, primera tierra descubierta en el Brasil por Vicente Yáñez Pinzón, que tomó posesión de ella. Ante la actitud hostil de los indígenas, deciden izar las velas y seguir navegando hasta que llegaron a:
(...) otro río, pero no con suficiente profundidad para ser recorrido con las carabelas por lo cual enviaron a tierra para reconocerla cuatro esquifes de servicio con hombres armados. Éstos vieron sobre una eminencia próxima a la costa una multitud de indígenas, a quienes, enviando delante un soldado de infantería invitaron a tratar. Pareció que ellos intentaban apoderarse y llevarse consigo a nuestro hombre, pues así como éste les había arrojado para atraerlos un cascabel, ellos, desde lejos, hicieron otro tanto con un palito dorado de un codo; y al inclinarse el español para cogerlo, rodeáronlo rápidamente con ánimo de apresarlo; pero nuestro infante, protegiéndose con el escudo y la espada de que estaba armado, se defendió hasta que sus compañeros lo ayudaron con los botes.

El triste resultado de este primer enfrentamiento cruento fueron, según todos los cronistas, ocho españoles muertos y más de una docena de heridos, siendo entre los indígenas bastante más numerosas las bajas. Los cronistas coinciden en la narración, con la matización de Oviedo, quien dice que fue una «pieza de oro labrada» lo que usaron los indios como cebo.
De este episodio deducen algunos autores, aventuradamente, que los indígenas conocían la ambición de oro de los cristianos. En primer lugar, el «palito de oro» que, poco a poco, de cronista en cronista, pasó a ser «pieza de oro labrada» no fue recuperado, por lo que nunca sabremos si de verdad era oro o no. Sin embargo, este hecho, así como una cruz encontrada por la expedición de Diego de Lepe, y que según el profesor Juan Manzano no les hubiera sorprendido tanto, ni Juan de la Cosa la hubiera reseñado en su famoso mapa, si hubieran creído que la habían colocado allí los hombres de Yáñez, son los endebles argumentos con los que este autor pone en duda que el verdadero descubridor del Brasil fuera Pinzón, y atribuya, sin más, dicho mérito a la expedición del portugués Duarte Pacheco en 1498, que nadie sabe exactamente a dónde fue, porque las circunstancias políticas aconsejaron mantenerla en secreto.
Una hipótesis con la que, según el historiador Julio Izquierdo Labrado, no podemos estar de acuerdo por ser demasiado aventurada y gratuita, no sólo porque los argumentos, repetimos, son muy endebles, sino porque el secreto y el descubrimiento no son conceptos que se lleven bien. Descubrir no es sólo llegar, es tomar posesión, grabar nombres, dejar constancia de que se ha llegado, hacer que un escribano levante acta del acontecimiento, saber con mayor o menor exactitud a dónde se ha llegado, medir, cartografiar y, sobre todo, informar a reyes, cosmógrafos, cronistas, marinos, por citar algunos oficios, y público en general, de tal manera que las tierras a las que se ha llegado se incorporen al general conocimiento de la cultura, de la civilización que envía esa expedición. Eso es descubrir. Y eso no sucedió a partir de la llegada, si es que llegó, de Duarte Pacheco a la costa brasileña, sino de Vicente Yáñez Pinzón, único marino que merece el título de descubridor del Brasil. Título que, por cierto, no le escatimaron ni discutieron, como veremos, sus contemporáneos, ni españoles, ni portugueses.
Tampoco nadie le disputó el título de descubridor y primer explorador del río Amazonas, lugar donde tuvo lugar el enfrentamiento relatado, en la boca del Pará, y del que se marcharon entristecidos a causa de los muertos, hasta llegar a lo que creyeron otro río que se encontraba a 40 leguas. En realidad, como ya afirma Oviedo en su crónica, se trataba de la otra orilla, la otra boca del inmenso Amazonas. Asombrados comprueban que el agua dulce se introduce 40 leguas en la mar, y renuevan toda el agua de sus vasijas. Decididos a investigar el secreto de un río tan poderoso, se dirigen hacia él y, según Anglería:

descubrieron que desde unos grandes montes se precipitaban con gran ímpetu ríos de rápidas corrientes. Dicen que dentro de aquel piélago hay numerosas islas feraces por la riqueza de su suelo y llenas de pueblos. Cuentan que los indígenas de esta región son pacíficos y sociables, pero poco útiles para los nuestros, ya que no consiguieron de ellos ningún provecho apetecible, como oro o piedras preciosas; en vista de ello, se llevaron de allí 30 cautivos. Los indígenas llaman a dicha región Mariatambal; empero, la situada al oriente del río se dice Camamoro, y la occidental Paricora. Los indígenas indicaban que en el interior de aquella costa existía cantidad no despreciable de oro.
Pedro Mártir de Anglería (Décadas del Nuevo Mundo, 1501)

Oviedo afirma categóricamente que fue Vicente Yáñez Pinzón «el primero cristiano y español que dio noticia deste grand río», al que ya denomina Marañón, nombre que también utiliza Las Casas, aunque afirma no saber quién y por qué lo bautizaron así. Además el dominico añade la sorpresa que les produjo el fenómeno del macareo, «pues estando en el río con el gran ímpetu y fuerza del agua dulce y la de la mar que le resistía, hacían un terrible ruido y levantaba los navíos cuatro estados en alto, donde no padecieron chico peligro».
Entretenidos en esta exploración del Amazonas, fueron sobrepasados por la expedición de Diego de Lepe, que les venía siguiendo desde Palos. Así pues, en el Amazonas concluyeron los descubrimientos, estrictamente hablando, de Pinzón por tierras brasileñas. Desde allí, nos dice Anglería, que siguieron la costa con rumbo «al occidente hacia Paria, en un espacio de 300 leguas, hasta la punta de tierra donde se pierde el polo ártico». Este punto es especialmente interesante y sobre él volveremos más adelante, al tratar sobre la polémica en torno a la situación del cabo de Santa María de la Consolación.
Anglería sigue informando sobre el viaje de Pinzón, su llegada al Marañón (el Orinoco, aunque Las Casas llame así al Amazonas). Desde allí continuaron hasta el golfo de Paria (actual Venezuela), donde precisamente cargaron tres mil libras de palo brasil, uno de los pocos productos que reportaron beneficios en este viaje. Con viento noroeste navegan entre varias islas, muy fértiles pero poco pobladas por la crueldad de los caníbales. Desembarcan en varias de ellas, descubriendo la isla de Mayo, pero los indígenas huyen. Encuentran enormes árboles y, entre ellos, un asombroso animal marsupial.
Habían recorrido ya 600 leguas, y pasado ya por la isla La Española, cuando en el mes de julio sufrieron una terrible tempestad, que hizo naufragar dos de las cuatro carabelas que llevaban en los bajos de Babueca, y se llevó a otra, arrancándola con violencia de sus anclas y haciéndola perderse de vista. Estaban desesperados cuando, afortunadamente, al cesar la tempestad volvió la carabela que creían perdida, tripulada por 18 hombres. «Con estas dos naves hicieron rumbo a España. Maltratados por las olas y habiendo perdido no pocos compañeros regresaron al suelo natal de Palos, junto a sus mujeres y a sus hijos, el 30 de septiembre».

Este viaje, que fue el más largo e importante realizado en la época por sus resultados geográficos, fue en cambio un desastre económico.3 1 Pese a todo, los Reyes se mostraron muy interesados por la posesión de la inmensa costa descubierta por Pinzón, así que trataron de estimularle para que volviera a ella, por lo que el 5 de septiembre de 1501 firmaron con él una capitulación en la que, entre otras cosas, le nombran Capitán y Gobernador de «la dicha punta de Santa María de la Consolación y seguyendo la costa fasta Rostro Fermoso, e de allí toda la costa que se corre al Norueste hasta el dicho río que vos possisteis nonbre Santa María de la Mar Dulce, con las yslas questán a la boca del dicho río, que se nonbra Mariatanbalo». Y además le concedían la sexta parte de todos los productos que se obtuvieran de aquella tierra, siempre que volviera a ella «dentro de un año, que se cuente del día de la fecha desta capitulaçión e asiento».
Indudablemente, los Reyes Católicos demuestran que conceden mucha importancia a los descubrimientos de Pinzón y que confían en su valía para seguir prestándoles servicios. Por eso, para premiarle por lo que había conseguido, al mismo tiempo que lo animaban y ayudaban para seguir sirviéndoles, el viernes 8 de octubre de 1501 fue nombrado caballero por el rey Fernando el Católico en la torre de Comares de la Alhambra, el Palacio Real de Granada.
Todo fue inútil, Vicente Yáñez Pinzón no pudo o no quiso realizar este viaje. Generalmente se suele decir que la falta de recursos del capitán palermo le impidió realizarlo. Seguramente fue así. Sin embargo, Yáñez podía conseguir crédito cuando era necesario, aunque fuera a muy altos intereses. Por tanto, no conviene desechar la posibilidad de que ya en fecha tan temprana dudara, a raíz de los viajes portugueses a esas costas, de la soberanía de los reyes españoles sobre ella en razón del Tratado de Tordesillas y, por consiguiente, de su facultad para otorgarle a él su gobernación.
Juan Manzano y Manzano intenta demostrar que Pinzón volvió a esas tierras por él descubiertas en 1504, en un gran esfuerzo por aclarar la confusa narración de Anglería sobre el último viaje de Vicente Yáñez donde mezcla sus andanzas con Solís por el golfo de México con una vuelta a las tierras halladas en 1500, en un periplo absurdo y sin sentido. ¿Para qué había de volver Pinzón al Brasil? ¿Para verificar que los cálculos de los portugueses eran correctos e informar sobre ellos a los Reyes? Esto es posible, pero la capitulación de 1501 decía que Pinzón fuera a sus expensas, corriendo con unos gastos que su penosa situación económica hacían muy gravosos, y ese esfuerzo ¿para qué? ¿Para comprobar que ni él ni España tenían derechos sobre esta tierra? ¿Navegando con tanto secreto que ninguno de sus contemporáneos se enteró? ¿Arriesgando su vida y la de su tripulación más de lo normal por llevar sólo una carabela? ¿Acaso no había anotado bien los datos en su primer viaje que tuvo que repetirlo, pasar por los mismos sitios de nuevo? Y cuando en 1513 prestó declaración, con tanta exactitud y honradez que delimitó perfectamente entre la costa que había descubierto de la que simplemente había "corrido", ya que admitía que su hallazgo correspondía a su paisano Diego de Lepe, ¿por qué no se muestra tan concreto sobre su llegada al Cabo de San Agustín, sin la más mínima referencia a que hubiera estado allí en la segunda y no en la primera vez?
Demasiadas preguntas sin respuestas en este supuesto segundo viaje de Pinzón al Brasil, demasiadas interrogantes a partir de un relato confuso y desordenado de Anglería. La verdad es que las andanzas de Vicente Yáñez entre 1502 y 1504 aún no están aclaradas.


Sí quedó constatada su presencia en América durante esos años, probablemente para cumplir con sus obligaciones como Capitán General y Gobernador de Puerto Rico, la isla que había descubierto su hermano Martín Alonso Pinzón durante el segundo viaje de 1493. En cambio, desde la primavera de 1505 lo volvemos a encontrar en España, concretamente en la Junta de Navegantes de Toro, en la que, por una capitulación fechada el 24 de abril se le nombró capitán y corregidor de la isla de San Juan o Puerto Rico. También participó como experto convocado por la Corona en la Junta de Navegantes de Burgos de 1508 para retomar de nuevo el tema de la búsqueda de un paso hacia las islas de las Especias. En su ultimo viaje a las Indias en 1508 el capitán Pinzón junto a Juan Diaz de Solís recorrieron las costas de Paria, Darién y Veragua, actuales de Venezuela, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala. Al no encontrar el paso buscado, rodean la península de Yucatán y se adentran en el golfo de México hasta los 23,5º de latitud Norte, protagonizando uno de los primeros contactos con la civilización azteca.
Al regreso de ese viaje, Vicente Yáñez se casa por segunda vez y se establece en Triana, testificando en 1513 en los Pleitos colombinos contra el Almirante con su acostumbrada moderación. En 1514 se le ordena acompañar a Pedrarias Dávila al Darién, pero Vicente Yáñez se encuentra enfermo y pide que se le excuse. Era el 14 de marzo de 1514, y éste es el último documento en que se le menciona. Según su amigo, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, Vicente Yáñez murió este mismo año, probablemente a fines de septiembre, con la misma discreción que vivió, sin que se sepa el lugar donde fue enterrado, seguramente en el cementerio de Triana. Un triste y oscuro final para el más grande de los grandes navegantes de su época.


Juan Pedro Díaz de Solís (descubridor del río de la plata)

(Lepe (Huelva), 14701 2 o Portugal 3 - Punta Gorda, Uruguay, 20 de enero de 1516) fue un navegante y un explorador, considerado como el descubridor del Río de la Plata.

El 14 de noviembre de 1514 Díaz de Solís capituló con el rey Fernando para que:
...fuera con tres navios á espaldas de la tierra, donde ahora está Pedro Arias, mi capitán general gobernador de Castilla del Oro, y de allí adelante, ir descubriendo por las dichas espaldas de Castilla del Oro mil setecientas leguas o más si pudiereis, contando desde la raya ó demarcación que vá por la punta de la dicha Castilla del Oro adelante, de lo que no se ha descubierto hasta ahora, sin tocar en tierra de Portugal, debiendo salir en Setiembre de 1515, hacer el viaje en secreto como que no es de mandato real, y al llegar á espaldas de Castilla del Oro, enviar un mensajero con cartas para hacer saber al rey, lo que descubriese y carta de la costa, y lo mismo á Pedrarias, y si halla camino ó abertura de Castilla del Oro á Cuba, avise esto inmediatamente.

La expedición, que fue preparada en secreto en Lepe con 4000 ducados, estaba equipada con tres pequeñas carabelas, y setenta marineros. El monopolio del comercio con Oriente estaba en manos de la corona portuguesa, que temía perderlo en favor de los españoles y por ese motivo desarrollaba una ingente tarea de espionaje en todos los puertos que su rival pudiera utilizar para enviar expediciones.
Descubierta la proximidad de la partida de Díaz de Solís, los portugueses intentaron sabotear los tres barcos, lo que falló. No pudieron, por ende, impedir la partida del explorador desde el puerto de Sanlúcar de Barrameda el 8 de octubre de 1515. Juan Díaz emprendió su último viaje en la búsqueda del pasaje transoceánico. En caso de encontrarlo, planeaba atravesar el Pacífico hasta alcanzar el Extremo Oriente.
Habiendo alcanzado la costa del Brasil, Díaz de Solís navegó lentamente hacia el sur a la vista de tierra descubriendo la bahía de Babitonga (noreste del actual estado de Santa Catarina), bahía en la cual encontró un puerto al cual llamó de San Francisco, pasó por la isla de Santa Catarina, prosiguió explorando la costa hoy riograndense y la uruguaya alcanzando Punta del Este el 20 de enero de 1516. Allí tomó posesión de la tierra en nombre del rey de España, llamando al lugar Puerto de Nuestra Señora de la Candelaria. Ingresando así en el río de la Plata, una enorme extensión de agua dulce que configura el estuario de los ríos Paraná y Uruguay. Confundiéndolo con un brazo de mar de salinidad inexplicablemente baja, Díaz de Solís lo bautizó, precisamente, "Mar Dulce", y pudo penetrar en él gracias al escaso calado de sus tres carabelas.
Díaz de Solís penetró en el estuario con una carabela e hizo escala en la isla Martín García, que bautizó así porque allí tuvo que sepultar al despensero de ese nombre, fallecido a bordo de la carabela, convirtiéndose Díaz de Solís en el primer europeo en poner pie en forma comprobada en lo que hoy constituye la República Argentina.
Viendo indígenas en la costa oriental, Díaz de Solís intentó desembarcar con algunos de sus tripulantes (entre ellos Pedro de Alarcón y Francisco Marquina) en un paraje entre Martín Chico y Punta Gorda, o en alguna isla situada frente a esa costa. Solís y los suyos fueron atacados por un grupo de indígenas que los ejecutaron ante la mirada del resto de los marinos, que observaron impotentes sus muertes desde la borda del buque, fondeado a tiro de piedra de la costa. Los cadáveres fueron asados y devorados por los indígenas, que algunos autores identificaron como charrúas. Sin embargo, dado que éstos no eran caníbales y sí lo eran sus vecinos guaraníes que vivían en las islas situadas en la costa opuesta, es a estos últimos a quienes se atribuye actualmente el hecho.
Los sobrevivientes, confundidos al haber perdido a su líder, y tomando el mando su cuñado Francisco de Torres, regresaron inmediatamente al cabo de San Agustín, en donde recogieron palo Brasil y retornaron a España, arribando el 4 de septiembre de 1516. Desde entonces el estuario del río de la Plata fue conocido en España como río de Solís.


Alonso de Ojeda (Descubridor de Maracaibo)

(Torrejoncillo del Rey) (Cuenca, España; ca. 1468 - Santo Domingo, República Dominicana; 1515) fue navegante, gobernador y conquistador español; recorrió las costas de Guyana, Venezuela, Trinidad, Tobago, Curaçao, Aruba y Colombia. Es famoso por haber dado el nombre Venezuela a la región que exploró en sus dos primeros viajes y por haber descubierto el lago de Maracaibo y fundar Santa Cruz (La Guairita).

Sin permiso de Colón y zarpó en una expedición el 18 de mayo de 1499, en el que sería su primer viaje a Venezuela, en asociación con el piloto y cartógrafo Juan de la Cosa y el navegante italiano Américo Vespucio. Cabe destacar que este fue el primero de la serie de "viajes menores" o "viajes andaluces" que se realizarían hacia el Nuevo Mundo.
Recorriendo el litoral occidental de África hasta Cabo Verde, tomaron el mismo rumbo que realizó Colón un año antes en el tercer viaje, pero en dirección suroeste. Sin embargo, Vespucio decidió separarse de la flota y seguir su propio rumbo más al sur, hacia Brasil. La flota de Ojeda llegó a las bocas de los ríos Esequibo y Orinoco, así como al golfo de Paria, incluyendo las penínsulas de Paria y Araya, y a las islas de Trinidad y Margarita; continuando a lo largo de la tierra firme, en busca siempre de un pasaje hacia la India. Posteriormente recorrió la Península de Paraguaná y después avistó la isla Curaçao, a la cual llamó isla de los Gigantes porque creyó haber observado allí a indígenas de gran estatura; luego visitó la isla Aruba y también el archipiélago de Los Frailes.
También recorrió una parte de la península de Paraguaná y se adentró en un golfo al que llamó Venezuela o Pequeña Venecia, pues había poblaciones en el fondo del golfo cuyas casas estaban construidas con troncos sobre el agua que se asemejaban a la ciudad de Venecia; aunque otra fuente indica que los propios indígenas ya llamaban al poblado Veniçuela. Asimismo, logró ver la entrada del lago de Maracaibo, a la cual llamó San Bartolomé por haberla descubierto el día 24 de agosto de 1499, día de San Bartolomé, apóstol. También llegó a alcanzar el cabo de la Vela, en la actual península de la Guajira, a la que llamó Coquibacoa.
Pocos días después, la expedición partió del cabo de la Vela a La Española con algunas perlas obtenidas en Paria, algo de oro y varios esclavos. La escasez de bienes y esclavos transportados resultó en un rendimiento económico escaso, pero la importancia de este viaje radica en que fue el primer recorrido detallado y total hecho por los españoles de las costas de Venezuela, debido al cual Ojeda goza del crédito de haber reconocido por vez primera toda la costa venezolana. La expedición dio también a Juan de la Cosa la oportunidad de trazar el primer mapa conocido de la actual Venezuela, además de ser el primer viaje que hizo Vespucio al Nuevo Mundo.
Sin embargo, cuando llegó la expedición a La Española el 5 de septiembre, fue mal recibida por seguidores de Colón quienes estaban enojados porque Ojeda no tenía derecho de explorar tierras descubiertas por aquél sin su autorización. Esto produjo reyertas y peleas entre ambos grupos, dejando algunos muertos y heridos; así tuvo que regresar a Cádiz con pocas riquezas, pero con muchos indígenas. La fecha de regreso es discutida: tradicionalmente se afirmaba que volvieron en junio de 1500 pero el historiador Demetrio Ramos ha señalado una fecha mucho más temprana, hacia noviembre de 1499.

Ojeda decidió hacer una nueva exploración (Segundo viaje a Venezuela)  y capituló nuevamente con los reyes de España el 8 de junio de 1501. Se le nombró gobernador de Coquibacoa por los resultados obtenidos en el primer viaje, y se le otorgó el derecho de fundar una colonia en ese territorio, aunque se le advirtió de que no visitara Paria. En esta ocasión se asoció con los mercaderes sevillanos Juan de Vergara y García de Campos, los cuales pudieron fletar cuatro carabelas.
En enero de 1502, zarpó de España e hizo el mismo recorrido que en su primer viaje. En esta ocasión pasó de largo el golfo de Paria y llegó a isla Margarita (donde según algunas fuentes, intentó obtener oro y perlas de los indígenas por varios métodos). Luego recorrió las costas venezolanas desde Curiana hasta la península de Paraguaná e intentó fundar el 3 de mayo de 1502 una colonia en la península de la Guajira, exactamente en bahía Honda, a la que llamó Santa Cruz y que se convirtió en el primer poblado español en territorio colombiano y, por ende, el primero en tierra firme.
Sin embargo, dicha colonia no prosperó luego de tres meses de fundada, debido a que Ojeda y sus hombres comenzaron a atacar las poblaciones indígenas de los alrededores, causando una constante guerra con éstos que se sumó a los problemas personales del mismo Ojeda con sus hombres. Así, fue en aquel momento cuando sus socios Vergara y Campos hicieron apresar a Ojeda para hacerse con el poco botín recaudado y abandonaron el poblado junto con los colonos, encarcelándolo en La Española en mayo de 1502. Ojeda estuvo preso hasta 1504, cuando fue liberado por el obispo Rodríguez de Fonseca, mediante una apelación; sin embargo tuvo que pagar una indemnización costosa que lo dejó bastante empobrecido.
El resultado de este segundo viaje fue un fracaso ya que no se habían descubierto tierras nuevas y no se obtuvo un gran botín de parte de los exploradores, amasado en su mayoría por Vergara y Campos, sumado a que la colonia de Santa Cruz quedó abandonada y la gobernación de Coquibacoa fue abolida.

Una vez conseguida la libertad, permaneció en La Española durante cuatro años sin mucho que hacer, hasta que en 1508 se enteró de que el Rey Fernando el Católico había llamado a concurso la gobernación y colonización de Tierra Firme, y que abarcaba las tierras entre el cabo Gracias a Dios (entre Honduras y Nicaragua) y el cabo de la Vela (en Colombia). Juan de la Cosa fue a España y se presentó en representación de Ojeda, aunque también en dicho evento apareció Diego de Nicuesa, que rivalizaba con Ojeda por las tierras a colonizar. Como ambos candidatos poseían buena reputación y tenían simpatías en la Corte, la Corona prefirió dividir la región en dos gobernaciones: Veragua al oeste y Nueva Andalucía al este, con límites en el golfo de Urabá; así Ojeda recibía la gobernación de Nueva Andalucía y Nicuesa recibía Veragua. Esta capitulación fue firmada el 6 de junio de 1508.
A Santo Domingo partieron los nuevos gobernadores para formar las flotas expedicionarias. Sin embargo, existía una disparidad entre la flota de ambos, destacando que Nicuesa poseía grandes riquezas y más crédito de parte de las autoridades coloniales, y que pudo atraer a más de 800 hombres, muchos caballos, cinco carabelas y dos bergantines; en cambio, Ojeda sólo reunió algo más de 300 hombres, dos bergantines y dos barcos pequeños. Debido a las disputas acerca de qué lugar exacto en el golfo de Urabá sería el límite de ambas gobernaciones, el asistente de Ojeda, Juan de la Cosa, señaló que el límite exacto sería el río Atrato, que desembocaba en dicho golfo.
El 10 de noviembre de 1509 logró partir de Santo Domingo, unos días antes que Nicuesa, poco después de nombrar Alcalde Mayor al bachiller Martín Fernández de Enciso, un acaudalado abogado que tenía órdenes de fletar una embarcación con más provisiones para ayudar a Ojeda cuando fundara una colonia en Nueva Andalucía. El nuevo gobernante, procurando evitarse problemas con los indígenas de su región, pidió que se redactara una extensa y curiosa proclamación en la que invitaba a los indígenas a someterse al Imperio español, que de lo contrario iban a ser sometidos a la fuerza; dicha proclamación fue hecha por el escritor Juan López de Palacios Rubios y contó con la aprobación de las autoridades españolas.
Ojeda llegó a la bahía de Calamar, en la actual Cartagena (Colombia), ignorando las órdenes de su subalterno De la Cosa de no establecerse en la zona. Después de desembarcar se encontró con varios indígenas y envió a unos misioneros a que recitaran la extensa proclama en voz alta junto con intérpretes que hablaban la lengua indígena. Sin embargo, los indígenas estaban bastante molestos por dicha proclama, así que Ojeda mostró baratijas a los indígenas, y esto provocó que se enojaran y comenzaran a luchar contra los españoles. Combatió y venció a los indígenas de la costa; aprovechando esta ventaja decidió perseguir a algunos indígenas que se habían adentrado en la selva y llegó a la aldea de Turbaco: ahí sufrió la ira de los indígenas que tomaron desprevenidos a los españoles. En esta contraofensiva murió Juan de la Cosa, que sacrificó su vida para que Ojeda escapara, y murieron también casi todos los que le acompañaban. Ojeda tuvo que huir para salvarse con un solo hombre apenas y llegar ileso a la orilla del mar, en donde pudo ser rescatado por la flotilla estacionada en la bahía.
Poco después llegó la flota de Nicuesa, quien, preocupado por la pérdida que había tenido Ojeda, le cedió armas y hombres, y luego lo acompañó, olvidándose de las diferencias entre ambos gobernadores, para vengarse contra los indígenas de Turbaco, los cuales fueron masacrados en su totalidad. De vuelta en la bahía de Calamar, Nicuesa se separó de Ojeda en dirección mar adentro hacia el oeste rumbo a Veragua, mientras que Ojeda seguía recorriendo las costas de Nueva Andalucía hacia el suroeste, y llegaba al Golfo de Urabá, donde fundó el asentamiento, en realidad un fuerte, de San Sebastián de Urabá el 20 de enero de 1510.

Nicuesa se separó de Ojeda en dirección mar adentro hacia el oeste rumbo a Veragua, mientras que Ojeda seguía recorriendo las costas de Nueva Andalucía hacia el suroeste. En 1508 es nombrado Gobernador de Nueva Andalucía, que incluía la región de Urabá. Parte de la Hispaniola el año siguiente y llegó al Golfo de Urabá, donde fundó el asentamiento, en realidad un fuerte, de San Sebastián de Urabá el 20 de enero de 1510.
Sin embargo, la expedición fue problemática: no habían pasado muchos días cuando dentro del fuerte crecía la escasez de alimentos, y se incrementaba el clima insalubre que afectaba a los colonos, además de la amenaza persistente de los indios urabaes, quienes atacaban a los españoles con flechas envenenadas, de las cuales el mismo gobernador quedó herido en una pierna.
Habían pasado ocho meses y medio desde que partió de Santo Domingo y haber fundado San Sebastían, y la prometida ayuda del bachiller Fernández de Enciso aún no llegaba. Entonces encargó a Francisco Pizarro, un joven soldado en ese entonces, que protegiera el sitio y se mantuviera con los habitantes durante cincuenta días hasta que Ojeda regresara, pidiéndoles que de lo contrario volvieran a Santo Domingo. Pero Ojeda jamás regresó a San Sebastián y, pasados los cincuenta días, Pizarro decidió regresar en los dos bergantines junto con 70 colonos. Poco después Fernández de Enciso, junto con Vasco Núñez de Balboa, socorrieron a los pocos supervivientes del lugar; posteriormente, el fuerte fue incendiado por los indígenas de la región.
Después de este fracaso, Alonso de Ojeda regresa a Santo Domingo en el bergantín de un bandido pirata español llamado Bernardino de Talavera, que había huido de La Española y pasaba por el lugar.

Tratando de buscar ayuda, Ojeda se embarcó rumbo a Santo Domingo en el bergantín de Talavera con 70 hombres que lo acompañaban, pero el pirata apresó a Ojeda y no lo quiso liberar, esperando un rescate. Sin embargo, un violento huracán azotó la embarcación y Talavera tuvo que pedir ayuda a Ojeda, también marino. La tormenta arrastró la nave y ésta naufragó en Jagua, Sancti Spíritus, al sur de Cuba. Así, Ojeda y Talavera con sus hombres, decidieron recorrer la costa sur de la isla a pie, hasta punta Maisí, desde donde luego se trasladarían hasta La Española.
Sin embargo, tuvieron dificultades y la mitad de los hombres murieron por el hambre, las enfermedades y las penurias que tuvieron que vivir en el camino. Ojeda cargaba con una imagen de la Virgen María que llevaba consigo desde la primera vez que se embarcó a América en 1493 e hizo una promesa a ésta de que le dedicaría un templo, que haría levantar en el primer poblado indígena que encontrara en su camino y que los recibiera con buenas intenciones.
Poco después, con una docena de hombres y el pirata Talavera, llegaron a la comarca de Cueybá, donde el cacique Cacicaná trató amablemente y cuidó a Ojeda y a los demás hombres, que a los pocos días se habían recuperado. Ojeda cumplió su promesa y levantó una pequeña ermita de la Virgen en el poblado, ermita que sería venerada por los aborígenes de la comarca. Allí fue socorrido por Pánfilo de Narváez y fue a Jamaica, isla en la que Talavera fue apresado por piratería. Después llegó a La Española, donde muy exhausto se enteró que la ayuda de Fernández de Enciso había llegado a San Sebastián.

Tras el fracaso del viaje a Nueva Andalucía, Ojeda no volvió a dirigir ninguna otra expedición y renunció a su cargo de gobernador. Pasó los últimos cinco años de su vida en Santo Domingo donde vivió triste y deprimido. Luego se retiró al Monasterio de San Francisco, en donde murió poco después en 1515. Su última voluntad fue que lo sepultaran bajo la puerta mayor del monasterio, para que su tumba fuese pisada por todos los que llegaban a entrar a la iglesia, como pena por los errores que cometió en su vida.