Fernando Álvarez de Toledo, Gran Duque de Alba (Conquista de Portugal)



Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel (Piedrahita, 29 de octubre de 1507 - Lisboa, 11 de diciembre de 1582), llamado el Gran Duque de Alba, fue un noble, militar, diplomático español, III duque de Alba de Tormes y de Huéscar, IV marqués de Coria, III conde de Salvatierra de Tormes, II Piedrahita y VIII señor de Valdecorneja, Grande de España y caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro.
Fue el hombre de mayor confianza y obediencia de los reyes de España Carlos I y su sucesor Felipe II, Mayordomo mayor de ambos y miembro de sus Consejos de Estado y Guerra. Se encargó del gobierno del ducado de Milán (1555-1556), del reino de Nápoles (1556-1558), de los Países Bajos (1567-1573) y del reino de Portugal (1580-1582). Representó a Felipe II en sus esponsales con Isabel de Valois, hija de Enrique II de Francia y con Ana de Austria, hija del Emperador del Sacro Imperio Romano Maximiliano II.

Considerado por los historiadores como el mejor general de su época y uno de los mejores de la historia, se distinguió especialmente en La Jornada de Túnez, y en batallas como Mühlberg, Jemmingen y Alcántara. Eternizó su memoria tratando de apaciguar la sedición de los Países Bajos, donde actuó con gran rigor castigando a los rebeldes, instituyendo el célebre Tribunal de los Tumultos y derrotando repetidamente a las tropas de Guillermo de Orange y Luis de Nassau en los primeros momentos de la Guerra de los Ochenta Años. Coronó su carrera ya anciano con la crisis sucesoria en Portugal de 1580, conquistando ese reino para Felipe II. Gracias a su genio militar España logró la unificación de todos los reinos de la península Ibérica y la consecuente ampliación de los territorios de ultramar.
Fue el más importante de los representantes de la familia de los Álvarez de Toledo o Casa de los Álvarez de Toledo.
Recibió una Rosa de Oro del papa Pablo III en premio a sus esfuerzos en favor del catolicismo. Fue camarada de armas, amigo y protector del poeta y soldado Garcilaso de la Vega, que dedicó parte de su Égloga II a ensalzar a la Casa de Alba y su Duque.
Su divisa en latín era Deo patrum notrorum, que en español significa Al Dios de nuetros padres.
Su figura constituye una de las más importantes de la Leyenda negra española.
La vida del III duque de Alba fue jalonada por una larga serie de hazañas militares que contribuyeron a que España alcanzase su apogeo durante el siglo XVI.

ació en Piedrahita, provincia de Ávila, el 29 de octubre de 1507. Era hijo de García Álvarez de Toledo y Zúñiga, heredero de Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez, II duque de Alba de Tormes, y de Beatriz Pimentel, hija de Rodrigo Alfonso Pimentel y María Pacheco, condes de Benavente. Siguiendo la línea dinástica le hubiera correspondido a García ser el tercer duque, mas éste murió en una campaña en África en 1510, en la isla de Yerba, por lo que al fallecer Fadrique en 1531 el título ducal pasó directamente a su nieto Fernando como varón primogénito de García.
Estuvo siempre al servicio de los monarcas españoles, bien fuese de Carlos I en principio o bien de Felipe II después. Su dedicación a las armas fue constante desde muy joven, hasta el punto de que con tan sólo seis años acompañó a su abuelo a Navarra con el ejército que la tomó. En 1524, cuando contaba con diecisiete años, se unió sin el permiso familiar a las tropas del Condestable de Castilla Íñigo de Velasco que sitiaron y rindieron la plaza de Fuenterrabía, ocupada por franceses y navarros; por su intervención en la exitosa contienda fue nombrado gobernador de Fuenterrabía.
Más tarde venció al ejército francés en Perpiñán.

Contra los otomanos
Siendo ya duque de Alba acudió en 1532 a la llamada del emperador Carlos V y marchó a Viena, acompañado de su amigo Garcilaso de la Vega, para defenderla del acoso otomano. No fue preciso entrar en combate, pues visto el formidable ejército imperial de más de 200.000 hombres, los turcos levantaron el asedio.
Donde sí tuvo ocasión de luchar fue en Túnez: a primeros de junio de 1535 embarcó en Cagliari con el contingente militar que mandaba el marqués del Vasto; el 14 de julio cayó la fortaleza de La Goleta y una semana después la propia ciudad de Túnez defendida por Barbarroja. En 1541 el emperador le nombró Mayordomo mayor y, por tanto, Jefe superior de su Casa.

En Alemania
En 1547 el emperador tuvo que enfrentarse a las fuerzas protestantes de la Liga de Esmalcalda; el duque de Alba estaba al mando de los tercios españoles que intervinieron en la batalla de Mühlberg, a orillas del río Elba, con victoria de las armas imperiales contra el elector de Sajonia. La participación del Gran Duque en los consejos brindados a Carlos V y su mando de los Tercios españoles fueron fundamentales y terminaron por decidir la batalla.

En Inglaterra
El primer servicio personal que prestó al rey Felipe II fue acompañarlo a Inglaterra con motivo de su matrimonio con María Tudor; fue uno de los quince Grandes de España que asistieron a la ceremonia en la abadía de Winchester el día 25 de julio de 1554.

En el Milanesado y en Nápoles
Al año siguiente se avivó en Italia el conflicto entre Francia y España; el III duque de Alba fue enviado allí como capitán general, gobernador de Milán (1555) y virrey de Nápoles (1556). El recién nombrado papa Pablo IV, enemigo visceral de los Habsburgo, incitó al rey Enrique II de Francia a expulsar a los españoles de Italia, para lo cual unió sus propias tropas a las del francés mientras que en julio de 1556 declaró a Felipe II desposeído de su título de rey de Nápoles. El duque no esperó más1 y se dirigió a Roma al frente de 12.000 soldados; ante tal amenaza el papa pidió una tregua parlamentada, tiempo que aprovechó para que un ejército francés mandado por Francisco de Guisa entrase por el norte de Italia y marchase hacia Nápoles. Pronto fue llamado el duque de Guisa de retorno a Francia pues se acababa de producir el descalabro de San Quintín y se le necesitaba allí. Las tropas papales fueron arrolladas por las españolas y el duque de Alba entró victorioso en Roma en septiembre de 1557. El papa solicitó la paz y la obtuvo.2

Gobernador de los Países Bajos. En 1566 hubo revueltas y desórdenes en los Países Bajos causadas por los calvinistas. Para atajarlas envió Felipe II al III duque de Alba al mando de un poderoso ejército que llegó a Bruselas el 22 de agosto de 1567. Pocos días después, el 5 de septiembre, establecía el «Tribunal de los Tumultos» (popularmente conocido como «Tribunal de la sangre») para juzgar a los responsables de los disturbios del año anterior. El Tribunal actuó con extraordinario rigor y fueron muchos los ajusticiados entre los que se contó el propio conde de Egmont, general católico al servicio de Felipe II que estuvo al frente de la caballería que venció a los franceses en la batalla de San Quintín. Por otro lado, el mantenimiento de las tropas llevadas a Flandes acarreaba cuantiosos gastos económicos que forzaron al duque a imponer nuevos tributos a la población. Algunas ciudades, entre ellas Utrecht, se negaron al pago del «diezmo» y se declararon en rebeldía. Este estado de cosas propició la intervención desde el exterior del insumiso Guillermo Nassau, príncipe de Orange, que contó con la ayuda de los hugonotes franceses. Las acciones militares fueron constantes y la situación política no mejoró en modo alguno. Ante este fracaso, Felipe II le relevó de su misión y dispuso su retorno a España en 1573.

Conquista de Portugal
Pero debido a su fama como excelente general fue rápidamente rehabilitado en 1580 cuando Felipe II, que optaba al trono de Portugal vacante tras la muerte del rey Don Sebastián I, sobrino suyo, precisó otra vez de los servicios del duque4 para neutralizar militarmente las pretensiones monárquicas del prior de Crato, Don Antonio. Al frente de un ejército reunido a tal efecto en Badajoz, del que fue nombrado capitán general,5 en junio de ese mismo año cruzó la frontera hispano-portuguesa y avanzó hacia Lisboa, donde a finales de agosto venció al ejército portugués del general Diego de Meneses en la batalla de Alcántara y entró triunfante en la ciudad, despejando el camino para la llegada de Felipe II que se convirtió en el rey Felipe I de Portugal, logrando la unión dinástica con los demás reinos de la Monarquía Hispánica.
El rey Felipe II recompensó a Fernando Álvarez de Toledo con los títulos de Condestable de Portugal y I Virrey de Portugal, máximos cargos después de la figura del soberano, que ejerció hasta su muerte.

Fallecimiento
Murió en Lisboa el 11 de diciembre de 1582, auxiliado por el famoso fray Luis de Granada, a la edad de setenta y cuatro años.
Conservó hasta último momento todo su modo y bravura y también su aspecto valeroso que hasta ante los mismos monarcas era la figura de su grandeza de espíritu y de su inteligencia.
Sus restos fueron trasladados a Alba de Tormes, donde fue enterrado en el convento de San Leonardo. En 1619 fueron trasladados al convento de San Esteban de Salamanca, y posteriormente al Monasterio de El Escorial, donde reposan bajo lápida de mármol blanco con su efigie grabada.